Pastoral Bbiblica - Semana biblica
Índice del artículo
SEMANA BÍBLICA
Objetivo:
Orar y meditar con la Palabra de Dios para que iluminados por ella profesemos las verdades de fe en un proceso constante de conversión y la hagamos vida en la comunidad eclesial.
1.- LLAMADOS A SER DISCÍPULOS CREYENTES EN CAMINO CONSTANTE DE CONVERSIÓN
Lc. 19, 1-10
INVOCACIÓN AL ESPÍRITU SANTO
Ven Espíritu Santo, Espíritu de paz y de unidad, que nos haces hablar una misma lengua, que llevarás a cumplimiento todo lo que Jesús nos prometió. Eres el Espíritu de las promesas hechas desde antiguo por Dios y renovadas por Jesús, el Hijo Primogénito del Padre. Ven Espíritu Santo pues sabemos que habitas en la Iglesia, que hablaste por los profetas, que nos resucitará para una vida sin fin. Ven Espíritu Santo, Señor y dador de vida,
LECTIO: (Partimos del texto bien leído y entendido)
Jesús entró en Jericó y atravesaba la ciudad.Había en ella un hombre llamado Zaqueo, jefe de los que recaudaban impuestos para Roma y rico, quería conocer a Jesús, pero como era bajo de estatura, no podía verlo a causa del gentío. Corriendo se adelanto y se subió a un árbol para verlo, porque iba a pasar por allí. Cuando Jesús llegó a aquel lugar, levantó los ojos y dijo: -Zaqueo baja en seguida, porque hoy tengo que hospedarme en tu casa. El bajó a toda prisa y lo recibió muy contento. Al ver esto, todos murmuraban y decían: -Se ha hospedado en casa de un pecador. Pero Zaqueo se puso de pie ante el Señor y le dijo: -Señor, la mitad de mis bienes se la doy a los pobres, y si engañé a alguno, le devolveré cuatro veces más. Jesús le dijo; -Hoy ha llegado la salvación a esta casa, pues también éste es hijo de Abrahán. Pues el hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido. Palabra del Señor.
(Se lee el texto dos veces o más hasta que se comprenda)
Preguntas para reflexionar:
- a.- ¿Quiénes eran los recaudadores de impuestos?
- b.- ¿Por qué se les consideraba pecadores?
- c.- ¿Cuál era el deseo de Zaqueo?
- d.- ¿Qué hizo Zaqueo ante los obstáculos?
- e.- ¿Qué sucedió con Zaqueo después de su encuentro con Jesús?
Encontramos en este pasaje uno de los temas principales en el evangelio de Lucas, que es la conversión y sus exigencias. Jesús se muestra una vez más como el que ha venido a salvar lo que estaba perdido. Zaqueo se encuentra con Jesús y Éste le trasforma por completo. Esta experiencia de conversión es repetida a diario por aquellos que cambian su vida después de encontrarse con Jesús, por eso en Zaqueo se representa no sólo a uno sino a todo nosotros que necesitamos de esa conversión diaria.
MEDITATIO: (Confrontamos nuestra vida con el Evangelio)
Jericó representa simbólicamente el lugar al que Jesús se acerca para salvar al hombre caído por el pecado. La descripción que se hace de Zaqueo expresa claramente el motivo por el que era excluido de la comunidad, pues aquellos que se dedicaba a este oficio de recaudadores, eran tenidos como traidores y pecadores ante el pueblo y ante Dios. Aunque era rico, como dice el texto a él le faltaba algo que el dinero no le podía dar.
Zaqueo tenía curiosidad por conocer a este personaje, él seguramente había escuchado hablar de Jesús, pero al parecer, más allá de esto no mostraba otra intención. Los defectos físicos en la concepción de la cultura judía eran tenidos como castigos provocados por el pecado, en esta expresión del evangelista recalcando su defecto, nos da a entender aquellos que al parecer le impedían conocer a Jesús. Pensemos también con qué actitud nosotros nos acercamos a Jesús.
Zaqueo vence su estatura pequeña y lo hace apoyándose en un árbol, haciendo evidente que ha hecho algo para conocer a Jesús. Actitud que podemos imitar, todos los cristianos, al vencer nuestras propias limitaciones y obstáculos y dejarnos ver por Jesús.
Jesús inmediatamente entra en contacto con Zaqueo, Él se acerca y mira en lo profundo de su corazón, penetra su ser, descubre toda la maldad y todo pecado y se da cuenta de la necesidad que tiene Zaqueo de la salvación. La invitación de Jesús a Zaqueo nos muestra cuán atento es Dios con el hombre, incluso le pide ser recibido en su casa. A Jesús no le importa que el hombre sea pecador pues a eso ha venido.
Zaqueo no duda ni un momento en recibir a Jesús, no pone ningún pretexto, aunque se sabe pecador por ser recaudador de impuestos, contento va y abre las puertas de su casa para recibir la salvación. La mirada llena de amor y de misericordia ha cambiado por completo la vida de Zaqueo. Es que el Señor nunca mira al pecador con desprecio, lo mira con amor y con bondad.
La reacción que provocó la acción de Jesús en aquellos que presenciaban tal hecho es completamente negativa, de tal modo que era descalificado por sentarse a la mesa con esos pecadores. Pues, para los judíos, los que se dedicaban a este negocio mantenían su impureza por traicionar al pueblo y permanecer en este tipo de negocio injusto. Así también a muchos cristianos que nos sentimos buenos nos puede pasar que rechazamos a quien convive y vive en pecado, en lugar de ayudarlo y alegrarse con él cuando se convierte.
La acción que realiza Zaqueo al ponerse de pie ante el Señor expresa el comienzo de su conversión, pues ponerse ante Jesús, es mostrarle su interior, su intimidad, que es su deseo de cambiar de vida, él se da cuenta que lo que está haciendo es injusto, por eso su conversión le lleva a repartir la mitad de sus bienes a los pobres y al que engañó o robó le devolverá, no lo que dice la ley judía de restituir lo robado, sino que sale de lo ordinario y se extiende a dar cuatro veces más. Cuando se recibe la misericordia de Dios y nos trasforma provoca que renunciemos a nuestras seguridades y nos volquemos a un cambio de vida radical que nos lleva a reparar las ofensas a Dios y a nuestro prójimos siendo generosos para con el necesitado.
La conversión del corazón requiere de la renuncia de nuestro antiguo yo y nos regeneremos en uno nuevo. El que Jesús entrara en la casa de Zaqueo expresa cómo la misericordia de Dios va hasta lo más intimo del corazón y allí se sienta a comer a la mesa con el pecador. Este encuentro comenzó por pura curiosidad pero termina en una profunda conversión. Quien se encuentra con Jesús y lo deja pasar a su casa, se trasforma en un nuevo hombre. Jesús viene principalmente por el pecador por eso la misericordia de Dios se muestra con más resplandor cuando viene y rescata al hombre de su pecado.
ORATIO: (Expresamos lo que sale de un corazón iluminado y guiado por la Palabra)
Que me dé cuenta qué es lo que me impide acercarme a ti Jesús, que me dé cuenta cuál es mi impedimento espiritual, pues, sólo siendo consciente de esto, podre recibirte en mi hogar, en mi corazón, como lo hizo Zaqueo. Que mi disposición a recibirte sea Señor sin fingimiento, no un acto de cortesía, sino que sea una actitud de verdadero júbilo cuando llega la salvación a esta mi casa que es tu casa. Tú nunca rechazas al pecador, por eso te pido que al llegar a este hogar, a mi corazón trasformes desde lo más profundo su pecado sobre todo aquel más difícil de quitar y que me des fortaleza para emprender ese camino de constante conversión.
CONTEMPLATIO: (Después de haber acogido la Palabra nos comprometemos con ella)
Hoy se nos presenta un pasaje en el que se advierte la conversión de un pecador, sería muy fructífero que también nosotros hoy sintiéramos esa necesidad de una conversión, que nos demos cuenta de nuestro pecado cometido a diario. El Catecismo de la Iglesia católica nos enseña que la conversión es un “Don del Espíritu Santo que da al pecador, es como nos enseña el catecismo, el primer paso de un pecador en este acto de conversión, la contrición: un dolor del alma y una detestación del pecado cometido, con la resolución de no volver a pecar”[1] y otros de los pasos principales es el que resulta de esta conversión es el de la satisfacción o penitencia: Pues muchos pecados causan daño al prójimo. Es preciso hacer lo posible para repararlo.
El evangelio nos está invitando a dejar entrar a Cristo en nuestra casa, para que del encuentro con él, se provoque este cambio de vida interior. Es preciso darse cuenta de la grandeza del Don de Dios, para comprender hasta qué punto el pecado es algo que no debe caber en aquel que “se ha revestido de Cristo”.
Siempre he de reconocer mis propias limitaciones y como signo de mi deseo de adhesión a Cristo haré constantemente un examen de conciencia poniendo atención en aquellos pecados cometidos contra mi hermano, familiares o amigos en los cuales fui injusto y si es posible haré algo en favor de ellos.
2.- LLAMADOS A PROFESAR LA FE EN EL PADRE BUENO Y MISERICORDIOSO
Lc 15, 1-3.11-32
INVOCACIÓN AL ESPÍRITU SANTO
¡Ven Espíritu Santo!, y dame el amor y la comprensión de la Palabra de Dios. Abre mis oídos para escucharla y dame fuerza de voluntad para seguirla y obedecerla. ¡Ven Espíritu Santo!, destruye mi egoísmo con el fuego de tu luz y hazme morir al hombre viejo que me amarra al pecado. Amén.
LECTIO: (Partimos del texto bien leído y entendido)
Entre tanto, todos los que recaudaban impuestos para Roma y los pecadores se acercaban a Jesús para oírle. Los fariseos y los maestros de la ley murmuraban: éste anda con pecadores y come con ellos. También les dijo: un hombre tenía dos hijos. El menor dijo a su padre: Padre dame la parte de la herencia que me corresponde. Y el padre les repartió los bienes. A los pocos días, el hijo menor recogió sus cosas, partió a un país lejano y allí despilfarró toda su fortuna viviendo como un libertino. Cuando lo había gastado todo, sobrevino una gran escasez en aquella región, y el muchacho comenzó a pasar necesidad. Entonces fue a servir a casa de un hombre de aquel país, quien lo mandó a sus campos a cuidar cerdos. Para llenar su estómago, habría comido hasta el alimento que daban a los cerdos, pero no se lo permitían. Entonces reflexionó y dijo: ¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan de sobra, mientras que yo aquí me muero de hambre. Me pondré en camino, regresaré a casa de mi padre y le diré: Padre, pequé contra el cielo y contra ti. Ya no merezco llamarme hijo tuyo; trátame como a uno de tus jornaleros. Se puso en camino y se fue a casa de su padre. Cuando aún estaba lejos, su padre lo vio, y profundamente conmovido, salió corriendo a su encuentro, lo abrazó y lo cubrió de besos. El hijo empezó a decirle: Padre, pequé contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo. Pero el padre dijo a sus criados: traigan en seguida el mejor vestido y pónganselo; pónganle también un anillo en la mano y sandalias en los pies. Tomen el ternero gordo, mátenlo y celebremos un banquete de fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y lo hemos encontrado. Y comenzaron la fiesta. Su hijo el mayor estaba en el campo. Cuando vino y se acercó a la casa, al oír la música y los cantos, llamó a uno de los criados y le preguntó qué era lo que pasaba. El criado le dijo: ha regresado tu hermano, y tu padre ha matado el ternero gordo, porque lo ha recobrado sano. El se enojó y no quería entrar. Su padre salió y trataba de convencerlo, pero el hijo le contestó: hace ya muchos años que te sirvo sin desobedecer jamás tus órdenes, y nunca me diste un cabrito para celebrar una fiesta con mis amigos. Pero llega ese hijo tuyo, que se ha gastado tus bienes con prostitutas, y le matas el ternero gordo. Pero el padre le respondió: hijo, tú estás siempre conmigo y todo lo mío es tuyo. Pero tenemos que alegrarnos y hacer fiesta, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado. Palabra del Señor.
(Se lee el texto dos o más veces hasta que se comprenda)
El pasaje de la Sagrada Escritura nos recuerda el tema de la búsqueda y el hallazgo de lo que estaba perdido, y de manera concreta en la parábola del “Hijo pródigo”. Hay que destacar antes que nada algunos datos que nos ayudarán a lograr una mejor comprensión del mensaje contenido en esta parábola: La ley judía preveía que el hijo más joven recibiera un tercio de la fortuna de su padre. Y aunque la división de las propiedades del padre podía hacerse en vida, los hijos no accedían a la herencia hasta después de la muerte del padre. Conociendo estos datos, la inmensa bondad de Dios, representada en el padre de la parábola, está ya insinuada desde el comienzo del relato. Esta parábola, en efecto nos muestra la bondad del padre que olvida todo lo que le hizo el hijo pródigo.
Sin embargo su gran generosidad no es comprendida por el hijo mayor, el cual, con una actitud semejante a la de los fariseos y maestros de la ley, se niega a participar en la fiesta, y llena de reproches a su padre. La respuesta del Padre pasa por alto los reproches del hijo y lo invita de nuevo a compartir la fiesta y a experimentar la alegría por haber encontrado a quien estaba perdido.
Preguntas para reflexionar:
a.- ¿Qué cualidades descubrimos en la figura del padre?
b.- ¿Qué hace el hijo ante la confianza que le brinda el padre?
MEDITATIO: (Confrontamos nuestra vida con el Evangelio)
Los recaudadores de impuestos eran despreciados por sus compatriotas y eran tomados como pecadores; puesto que nadie los aceptaba por el cargo que desempeñaban, se acercan con Jesús, para oírle. La palabra de Jesús ante el pecador es atractiva e invita a la conversión. Según la costumbre judía, únicamente era posible compartir los alimentos con los más allegados a la familia, por el profundo significado que representaba compartir, ya que no únicamente se participaba del platillo preparado, sino que representaba un sentido mucho más profundo, compartir la alegría, convivir, pero sobre todo era el espacio propicio de intimidad con los que estaban ahí reunidos. En esta ocasión Jesús está invitado a participar de la intimidad con los pecadores.
Quienes están conviviendo con Jesús, los pecadores, se encuentran en plena disposición de aceptar sus enseñanzas porque han venido a escucharle y qué momento tan propicio para aprender, que el estar en intimidad con Él.
La enseñanza sobre la misericordia de su padre celestial Jesús la realiza con una parábola que seguramente dejará huella en el corazón tan necesitado de amor de todos los oyentes.Mientras el hijo reclama los bienes, el Padre acepta corresponder a la petición que le ha hecho. El Padre ha aceptado repartir los bienes, no por los reclamos del hijo, sino por el gran amor que le tiene.
La tierra lejana, representa la región de los paganos, los que están fuera de las costumbres y creencias del pueblo judío. El hijo ha despilfarrado su fortuna, es decir; ahora se encuentra lejos de la protección y apoyo del Padre, lejos de las costumbres de su pueblo y sobre todo se ha alejado de Dios al vivir como libertino.
La escasez que está viviendo el hijo es la situación de pecado, ha perdido la gracia, es consciente ahora de la ausencia del Padre, pero sobre todo se ha dado cuenta de que está necesitado de Dios. El pecado lo ha hecho tocar fondo y ha sentido la angustia, de haberse alejado de Dios. Los cerdos son considerados impuros, y ahora el hijo está en medio de ellos; es decir, ha perdido la gracia, la dignidad y la pureza de Hijo de Dios, se encuentra hundido en el pecado. El hijo en su situación de pecado, se ha igualado a los cerdos y desea alimentarse con la comida propia de los éstos animales. Pero el patrón, a quien el hijo sirve, no le permitió que se alimentara de ese comida, porque esa comida no le corresponde a ningún ser humano, es únicamente para los cerdos.
La intervención del patrón ha hecho que el hijo reflexione y tome conciencia de su persona. Ahora el hijo ha sentido la necesidad de reconocerse como tal y añora saciar su hambre con pan para hombres. El hijo siente la necesidad de regresar a casa de su padre y ocupar su lugar de hijo, pero primero necesita pedir perdón a su Padre y a Dios. Es consciente de que ha perdido su dignidad de hijo pero quiere salir de su estado de impureza, salir del nivel de los cerdos y ocupar por lo menos el lugar del sirviente.
El Padre siempre ha estado esperando el regreso de su hijo, es por eso que cuando aún está lejos lo alcanza a ver. Su amor por el hijo es muy grande, es por eso que su mirada está colmada de esperanza y de ansiosa espera y en cuanto lo tiene enfrente lo abraza y lo cubre de besos, manifestándole todo el afecto con el que aguardaba su regreso. La manera en que el Padre esperaba el regreso de su hijo, es la misma manera en que nuestro Padre Dios espera nuestro regreso a su lado, está siempre esperándonos con su mirada de infinito amor y misericordia; y nos cubre de dulces bezos y abrazos.
El hijo se reconoce pecador y quiere volver a recobrar la gracia que había perdido. El Padre no permite que el hijo termine el discurso que había planeado decirle, sino que pide a los criados que lo revistan con el mejor vestido, con sandalias y con anillo; estos signos son para expresar que el hijo efectivamente ha recobrado la gracia y la dignidad que anteriormente poseía. Han decidido matar el animal que tenían reservado para una ocasión muy especial. Y ha comenzado la gran celebración porque el hijo ha regresa con bien.
Y comenzaron la fiesta. El motivo de la fiesta es el regreso del hijo que estaba en situación de muerte, en pecado; pero ha recuperado su vida, su dignidad, la gracia de Dios. El hijo mayor aún no está gozando de la alegría de la fiesta, se encontraba ocupado en sus tareas ordinarias, aún no sabía que su hermano había regresado. Pero la música lo inquieta y desea saber cuál es el motivo de la fiesta, no ha querido entrar a la casa, y ha preferido que un criado le explique el motivo de la fiesta.
El hijo mayor no ha querido entrar porque para él, el regreso de su hermano no es suficiente motivo para festejar. Pero el Padre quiere hacer entrar en razón a su hijo mayor, de que él también debería alegrarse, porque su hermano menor ha regresado y está sano. El hijo mayor no acepta a su hermano menor, por su situación de desgracia y pecado, en el que ha caído; pero en el fondo él también está en pecado. Se cree justo y no permite que su hermano recobre la alegría volver a su casa, junto a su Padre.
El Padre le reitera al hijo mayor, su confianza y su amor. Le recuerda que al estar a su lado nada le faltará. El hijo al estar junto a su padre goza de bienestar, de alegría, de seguridad y del amor incondicional. El Padre insiste al hijo mayor, que acepte a su hermano; reconociendo en él la misma condición de hijos, con igual dignidad y siendo los dos herederos del amor del mismo Padre.
ORATIO: (Expresamos lo que sale de un corazón iluminado y guiado por la Palabra)
Señor nuestro, lleno de bondad y amor, que siempre esperas nuestro regreso, como el Padre comprensivo que sale al encuentro de su hijo, el cual ha malgastado su vida, su dignidad, su persona; y lo abrazas con tu infinita misericordia. Ayúdanos a salir de nuestra impureza y pecado, para recobrar así la gracia del perdón y que con nuestro testimonio ocasionemos que nuestros hermanos también regresen a tu lado, porque ahí es a donde pertenecemos como hijos tuyos.
Padre te alabo por tu misericordia, con todos los hijos pródigos que han vuelto desde el primer converso y que sólo Tú conoces; como los célebres David y San Agustín. Y no siendo el último que volverá. Te alabo yo, que he sido y soy el pródigo que no acaba nunca de volver a tu Casa, comportándome a menudo como el hijo mayor. Amén
CONTEMPLATIO: (Después de haber acogido la Palabra nos comprometemos con ella)
El texto de Evangelio es claro, marca muy bien la figura paterna de Dios, un padre con grandes bienes, los cuales son para los hijos y solo a ellos pertenecen, y estos bienes o herencias están a la disposición de los hijos y el padre convencido de la libertad de su hijo le entrega lo que le corresponde, pero no hablamos de cualquier herencia hablamos de sus bienes, hablamos de algo más que eso, del amor de la gracia, de su vida misma manifestado en la disponibilidad del Padre por entregárselos.
El hijo es tonto y al tener los bienes del padre despilfarra el amor, la gracia, el esfuerzo del Padre, sin contar que aquello le había sido entregado sin la espera a recuperarlo, cree que en su libertinaje encontrará la felicidad, puesto que al alejarse del Padre se encontró con el vacío. La peor escases por la que pasaba no era precisamente la escases material, era precisamente la escases del amor paterno, del amor tan necesario del Padre hacia el hijo y obviamente esta escases eran en la región en la que se encontraba, era la región del pecado donde de todo se carece, y donde todo es elemental, hacía falta la presencia del Padre
Al no poder saciar su necesidad de amor, recurre a lo más fácil y lo más pronto, manifestado en el servicio que comienza a prestar con los cerdos, sin embargo no es aquello lo que él necesita, el hijo, como nosotros, necesita saciar el hambre del corazón que sólo se llena con la Gracia y el Amor del Padre y decide encaminarse hacia el amor ya que con eso conseguía el perdón del Padre, reconocía su pecado, examinaba su vida y al examinar su vida ya pedía perdón, este es el elemento principal para recuperar la gracia, la aventura del perdón constituye la decisión, el camino, la puesta en marcha y la renuncia a la mala vida, quien se aleja del Padre se aleja al olvido, al sufrimiento y al desprecio, todo esto causado por el pecado.
El camino de conversión es el lugar seguro para llegar al Padre, quien emprende el camino, emprende el encuentro y emprende la gracia, es seguro que quien camina como el hijo encontrará la misericordia divina y la gracia que renueva.
El Padre aunque nosotros nos alejemos, Él siempre está en la espera del regreso del hijo a quien tanto ama, y no espera a que lleguemos, si no que nos acorta el camino y sale al encuentro, facilita la gracia y el amor y acorta el desgaste y acorta nuestro sufrimiento, y su encuentro no es un encuentro de recriminación, es un encuentro de amor, el beso como la manifestación más pura del amor, no sólo uno sino muchos, los cuales purifican y llenan de amor, el signo del abrazo como signo de perdón, aún sin pedirlo todavía, pero ya manifestado en el regresar, ante este hecho ya las palabras salen sobrando pues las actitudes han hablado por sí mismas, han manifestado la necesidad del perdón y al Padre ya no le interesa conocerlas, ya ha cubierto de misericordia al hijo perdido y actúa con misericordia.
El Padre nuevamente le da todo, incluida su gracia y su perdón, es momento de la fiesta es momento de festejar es momento de hacer resonar el evangelio “hay más alegría en el cielo por un pecado que se arrepiente que por muchos justos”, es momento de desbordar la gracias, porque ha abundado la misericordia y el perdón y eso es motivo de fiesta para el Padre misericordioso, no importando el hecho cometido, se recupera la vida, y no la que perece, sino la que permanece por siempre.
El Padre amoroso sigue manifestando su amor al salir nuevamente al encuentro del hijo que se ha desviado por eso necesitamos reconocernos pecadores, infinitamente amados por Dios, y propiciar un encuentro con Dios mediante el sacramento de la Reconciliación, motivar a nuestros hermanos para que gocen del sacramento del perdón y avanzar en nuestro camino de conversión, perdonando de corazón las ofensas que nos han hecho.
3.- LLAMADOS A PROFESAR LA FE EN JESUCRISTO NUESTRO SALVADOR
MC 8, 27-33
INVOCACIÓN AL ESPÍRITU SANTO
Ven, Espíritu divino, manda tu luz desde el cielo. Padre amoroso del pobre; don, de tus dones espléndido; luz que penetras las almas; fuente del mayor consuelo. Ven, dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo, tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego, gozo que enjuga las lágrimas y reconforta en los duelos. Amén.
LECTIO: (Partimos del texto bien leído y entendido)
Jesús salió con sus discípulos hacia los pueblos de Cesarea de Filipo y por el camino les preguntó: -¿Quién dice la gente que soy yo? Ellos contestaron: -Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías; y otros, que uno de los profetas. Él siguió preguntándoles: -Y según ustedes, ¿quién soy yo? Pedro le respondió: -Tú eres el Mesías. Entonces Jesús les ordenó que no hablaran de él con nadie. Entonces Jesús empezó a enseñarles que el Hijo del hombre tenía que sufrir mucho, que sería rechazado por los ancianos, los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley; que lo matarían, y a los tres días resucitaría. Les hablaba con toda claridad. Entonces Pedro lo tomó aparte y se puso a reprenderlo. Pero Jesús dirigiéndose a Pedro lo reprendió en presencia de sus discípulos, diciéndole: -¡Colócate detrás de mí, Satanás!, porque tú no piensas como Dios, sino como los hombres. Palabra del Señor.
(Se lee el texto dos o más veces hasta que se comprenda)
Preguntas para reflexionar:
a.- ¿Cuáles son las dos preguntas que hace Jesús a sus discípulos?
b.- De las dos preguntas, ¿cuál es la más difícil de contestar?, ¿por qué?
c.- ¿Qué dice Jesús de sí mismo?
-Mientras que la muchedumbre sigue confundida, los discípulos pueden ver claro. Pedro, en nombre de todo el grupo, proclama abierta y certeramente la identidad de Jesús: Tú eres el Mesías. Este es un momento central en el argumento del libro y ha sido preparado cuidadosamente.
-Sin embargo, aunque la respuesta de Pedro era exacta, se podía prestar a graves malentendidos en la línea de un mesianismo triunfalista y político-nacionalista. Por eso los discípulos reciben la orden de callar. Era necesario completar y purificar el concepto de Mesías.
MEDITATIO: (Confrontamos nuestra vida con el Evangelio)
Jesús parece tener curiosidad por saber lo que dice la gente a cerca de él. Nosotros hemos escuchado mucho sobre lo que piensan los demás de Jesús, hemos escuchado hablar mucho de él, por ejemplo, de los sacerdotes, de los catequistas, hasta de los que no creen en Jesús. Para nosotros es fácil responder lo que dicen o piensan otros sobre algo o alguien. Lo difícil es expresar lo que yo pienso o sé de alguien, en este caso, de Jesús, porque necesito conocerlo bien, antes de dar mi respuesta.
Los discípulos ya han tenido muchos encuentros con Jesús, él ya les ha abierto los ojos como al ciego, ahora lo conocen bien y pueden dar la respuesta correcta: “tú eres el Mesías”. Dejemos que abra, también, nuestros ojos, para que podamos conocerlo y encontrarnos con él y así dar una respuesta acertada cuando nos pregunten sobre él.
Jesús no quiere que se sepa, todavía, quién es él, para que no haya malentendidos y lo vean como un Mesías político. Es necesario que cada discípulo tenga un encuentro personal con él, para descubrir quién es en realidad.
Jesús habla de su mesianismo de entrega, de donación y de sacrificio y aunque los discípulos no lo comprendían, les hace el primer anuncio de su pasión. Tal vez no comprendían porque no esperaban un Mesías sufriente y humilde.
¿Cuántas veces nosotros no dejamos que Jesús actúe en nuestro interior, porque queremos que se haga nuestra voluntad y no la de Dios? Jesús estaba dispuesto a realizar la voluntad de su Padre y no iba a permitir que nada lo detuviera. Muchas veces, nosotros desviamos el plan de Dios, porque no queremos que incluya sufrimientos, sin embargo, éste es necesario para nuestra purificación y, si lo unimos a los sufrimientos de Cristo, descubriremos que tiene sentido.
Las palabras de Jesús a Pedroparecen unas palabras muy duras, como un regaño muy cruel. Sin embargo, las palabras “colócate detrás de mí”, están llenas de esperanza. Jesús quiere que nos coloquemos detrás de él y aprendamos de él, que es el Maestro; quiere que sigamos sus pasos y tratemos de ser como él, que pensemos como él. Sólo así podremos comprenderlo y amarlo, y amar a nuestros hermanos; sólo así encontraremos sentido al sufrimiento y al dolor.
ORATIO: (Expresamos lo que sale de un corazón iluminado y guiado por la Palabra)
Señor Jesús, ante un mundo que prefiere promesas falsas, nosotros queremos reconocerte como Hijo de Dios y Salvador de los hombres. Te creemos resucitado y vivo hoy como ayer, y estamos seguros de que vives en nosotros por tu Espíritu. Concédenos conocerte a fondo por la fe y la amistad; y haz que, queriendo a nuestros hermanos, nos entreguemos a la fascinante tarea de amarte apasionadamente.
Señor Todopoderoso queremos vivir un encuentro muy íntimo con tu persona para poder conocerte y amarte. queremos que nuestra respuesta a la pregunta de quién eres tú salga desde lo mas profundo de nuestro corazón, de un conocimiento muy profundo de tu persona y así podamos reconocerte como nuestro Salvador. Junto con Pedro queremos decirte que eres el Mesías pero no queremos un mesianismo a nuestro antojo, de acuerdo a nuestros proyectos personales, queremos que tú realices tu obra redentora en nosotros según tus designios de amor.
Señor Dios Padre, concédenos el don del Espíritu Santo para conocer mejor a tu Hijo Jesucristo que vivió, murió y resucitó por nosotros trayéndonos la salvación. Él es el Mesías esperado, un Mesías que me pide conocerlo íntimamente para aceptarlo, amarlo y seguirlo. Para que así, una vez conocido por mí, sea capaz de seguir profundizando en el misterio de su persona y obra para llevarlo a todo aquel que necesita saber de Él. Amén
CONTEMPLATIO: (Después de haber acogido la Palabra nos comprometemos con ella)
Jesús pregunta a sus discípulos acerca de su identidad: ¿quién dice la gente que soy yo? Seguramente la persona de Jesús y sus obras estaban en boca de multitudes. Él no ha pasado desapercibido y su doctrina y acciones provocan diferentes reacciones en sus contemporáneos. ¿Por qué quiere saber Jesús lo que dice la gente de él? No porque él dude de su identidad. Él sabe quién es, pero posiblemente quiere darse cuenta si el pueblo ha logrado captar su verdadera identidad y todo parece indicar que no es así. No es así porque unos dicen que es Juan el Bautista, otros que Elías y otros que alguno de los antiguos profetas. Jesús ha dado varios signos de profetismo como el anunciar la proximidad del reino de Dios, denunciar las injusticias, realizar sanaciones físicas y exorcismos, pero no es ninguno de los profetas mencionados.
Es de notar que a sus discípulos les pregunta primero qué dicen los demás y luego lo que piensan ellos. Y es que ante la pregunta de Jesús es necesario dar una respuesta personal. Conocer a Jesús por propia experiencia y no por lo que los demás dicen solamente. Pasar de una fe de tradición a una fe de convicción. No es lo mismo saber de él por lo que dice la historia que por propia experiencia de intimidad y amistad. Aunque no quiere decir que debamos descartar la tradición pues a través de ella se nos ha transmitido al mismo Jesús. Pero es necesario que todo lo que se nos ha transmitido se haga experiencia propia.
Pedro sabe responder a la pregunta de Jesús porque lo ha conocido y ha estado cerca de Él, pero sobre todo porque el Padre se lo ha revelado. Si queremos responder a esa pregunta debemos conocerlo íntimamente y estar abiertos a Dios Padre. Jesús desea que cada uno de nosotros tengamos un encuentro personal con Él y no nos dejemos llevar simplemente por lo que dicen las masas de su persona.
Hace tiempo en un concurso de conocimientos a alumnos de primera comunión en una comunidad de catequesis, después de hacer varias preguntas teóricas contenidas en sus libros, a cada uno de los concursantes les hice una última pregunta: ¿quién es para ti Jesús? Les advertí que no quería una respuesta del libro sino una respuesta basada en su propia experiencia de fe. Las respuestas fueron muy interesantes pero hubo una que me llamó la atención y me pareció muy conmovedora. La pequeñita me respondió: –“Jesús es mi amigo, es mi hermano, es mi todo. Todo lo que soy se lo debo a Él” Y al instante comenzó a llorar. Fue una respuesta que había salido desde lo más profundo de su corazón, no era algo que había memorizado previamente como muchas veces memorizamos fríamente nuestro catecismo. Se percibía que la niña tenía su propia experiencia de encuentro con Jesús, a su manera y desde sus esquemas infantiles, pero me pareció una experiencia tierna y verdadera.
La pregunta se dirige ahora a cada uno de nosotros: ¿quién es Jesús para ti?, ¿quién es Jesús para mi? En verdad podemos dar una respuesta desde lo más profundo de nuestro corazón basada en una auténtica experiencia de amor, o sólo podremos dar una respuesta que hemos memorizado en nuestra enseñanza catequética. O tal vez sólo podemos dar una respuesta en base a lo que dicen los demás. Analicemos nuestra propia experiencia de encuentro con Jesús y si descubrimos que aún no lo conocemos suficientemente para decir que somos verdaderos cristianos, pidamos al Padre que nos enseñe a su Hijo. Jesús me pide conocerlo más. Tener mayor intimidad, para amarlo más. Conocerlo para amarlo, y amarlo para seguirlo.
4.- LLAMADOS A PROFESAR LA FE EN EL ESPÍRITU QUE DA VIDA
Gal. 4, 4-7
INVOCACIÓN AL ESPÍRITU SANTO
Señor Jesús, abre mis ojos y mis oídos a tu Palabra. Que lea y escuche yo tu voz y medite tus enseñanzas. Despierta mi alma y mi inteligencia, para que tu Palabra penetre en mi corazón y pueda yo saborearla y comprenderla.
Dame una gran fe en ti, para que tus palabras sean para mí otras tantas luces que me guíen hacia ti por los caminos de la justicia y de la verdad. Habla, Señor, que yo te escucho y deseo poner en práctica tu doctrina, porque tus palabras son para mí, vida, gozo, paz y felicidad. Habla, Señor, tú eres mi Señor y mi Maestro y no escucharé a nadie sino a ti. Amén. (Libro de mis oraciones pag 56).
LECTIO: (Partimos del texto bien leído y entendido)
Pero al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que se hallaban bajo la ley y para que recibiéramos la filiación adoptiva. La prueba de que son hijos es que Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama: ¡Abbá, Padre! De modo que ya no eres esclavo, sino Hijo; y si eres hijo también heredero por voluntad de Dios. Palabra de Dios.
(Se lee el texto dos o más veces hasta que se comprenda)
Preguntas para reflexionar:
a.- ¿Quién es quien hace que seamos hijos de Dios?
b.- El Espíritu quita la esclavitud, ¿a qué esclavitud se refiere?
Cuando San Pablo se refiere a la ley en este pasaje tiene en mente la Torah, la entiende como palabra de Dios, el agua que quita la sed, el pan que da la vida; en ella se encuentran los tesoros de la sabiduría, no es sólo un precepto exterior que le viene de fuera al hombre.
Al final de los tiempos el pueblo elegido será un pueblo santo, un pueblo sin pecado; esta santidad y este estado de impecabilidad provienen de la presencia activa del Espíritu que purifica y da nueva vida.
El elemento principal de la nueva ley, la ley del Espíritu, es la gracia interior que proviene de Cristo Jesús Resucitado. El cristiano se preocupará sobre todo del espíritu y no se detendrá en poder observar auténticamente una ley si primero no ha penetrado su significado.
El código de la nueva ley propone al cristiano la imitación de la persona de Jesús y es el Espíritu Santo el que al actuar en el hombre lo hace decir Abbá, lo hace reconocer a Dios como su padre, nos hacemos un solo espíritu con el Señor, o sea, sus hijos. En el Espíritu recibimos la vida de la gracia y somos llamados a la santidad. Él es la fuerza que unifica, que santifica y que integra.
MEDITATIO: (Confrontamos nuestra vida con el Evangelio)
El Espíritu Santo es un agente santificador que actúa en el espíritu humano regenerándolo y renovándolo (ver Tit 3,5). Y ya sabemos que el Espíritu Santo pata santificarnos realiza en nosotros tres funciones importantes: 1) Función Iluminativa: da luz a nuestra entendimiento para conocer lo bueno y lo malo y de esta manera rectificar nuestra conciencia; 2) Función Volitiva: da fuerza a nuestra voluntad debilitada por el pecado, para poder vencer el egoísmo y las tentaciones y para practicar sin cesar el bien y cumplir responsablemente la misi6n que Dios pone en nuestras manos; y 3) Función Fortificativa: da fortaleza y magnanimidad a nuestra vida para sobreponernos con esperanza y fe en las momentos difíciles y dolorosos que se nos presentan en nuestra caminar.
El Espíritu Santo tiene una función unitiva y santificadora en el Cuerpo Místico de Cristo. Esto quizá es lo más específico y característico de San Pablo: El Espíritu Santo está en función del Cuerpo Místico de Cristo, de manera que no hay Cuerpo Místico sin Espíritu Santo, ni Espíritu Santo fuera del Cuerpo Místico de Cristo.
El Espíritu Santo es el autor y dador de la vida y la vida que él da es libre de condenación, ninguna condenación hay para el que está en Cristo, porque la salvación a través de Él ha hecho libre a la gente de la ley de condenación.
El fundamento sobre el cual el Espíritu Santo trabaja en la vida del creyente opera en el poder, Él hace lo que la ley nunca pudo hacer.
El Espíritu Santo es “la marca distintiva” del creyente. Su mera presencia en el cristiano significa derrotar el poder del pecado en la vida del creyente. El espíritu Santo reina dentro del corazón.
Por la muerte de Jesucristo el creyente fue liberado de la ley del pecado (Romanos 7:23-25) y de la muerte (7: 10, 11, 13) eso no significa, que estamos sin pecado aunque ya hemos sido liberados de su dominio. (6:18-22) Nosotros tenemos una nueva relación con la ley por nuestra nueva relación con Cristo.Alguien dijo: “La ley de Moisés tiene el derecho, pero no el poder, la ley del Espíritu tiene las dos el derecho y el poder.”
El Cristiano ahora tiene vida en el Espíritu, “Por la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús nos ha liberado de la ley del pecado y la muerte”. La ley del Espíritu de vida está en Cristo Jesús. Este es el principio del nuevo nacimiento y esto nos ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. “Por lo tanto ahora ninguna condenación hay para aquellos que están en Cristo Jesús”.
Este es el nuevo principio espiritual de vida. Es a través de de nuestra unión esencial con Cristo que nosotros hemos recibido esta vida en el Espíritu. El Espíritu Santo es el único quien ha demandado sobre nuestras vidas, la ley no tiene ninguna demanda sobre el cristiano porque nosotros hemos sido hechos libres de la ley del pecado y la muerte. Nosotros hemos encontrado liberación en el trabajo y la persona de Jesucristo. La ley ya no tiene más derecho sobre el cristiano. Nosotros hemos sido comprados en el mercado de esclavitud y hechos libres para vivir esta nueva vida en Cristo Jesús.
La ley no podría salvarte a ti, y no te puede santificar (v.3). La ley era débil a través de la carne sin el Espíritu Santo. Porque Cristo murió por ti, la ley no pude ya mas condenarte. Cristo sufrió la condenación de la ley a favor nuestro. Cristo vino “en la semejanza” de la carne del pecado y cargo nuestros pecados en su cuerpo sobre la cruz. Jesús pago el pago por nuestros pecados, y desde que ahora estamos “en Cristo” Dios no nos condenara de nuevo. Dios condeno el pecado en el sacrificio de Cristo para que ahora nosotros podamos estar delante de Dios en Su perfecta justicia.Por esta vida en el Espíritu Santo la ley no puede ya más controlar al cristiano (v.4). La diferencia entre la vida del cristiano y la vida del legalista; es que el creyente vive una vida de justicia, no en el poder de la ley, pero en el poder del Espíritu de Dios. La presencia de la morada del Espíritu Santo produce la nueva vida en nosotros. El nos capacita para caminar en obediencia y cumple la justicia de Dios en nosotros.A medida que el creyente cede el control al Espíritu Santo, él experimenta el trabajo de la santificación del Espíritu en su vida diaria.
ORATIO: (Expresamos lo que sale de un corazón iluminado y guiado por la Palabra)
SECUENCIA DE PENTECOSTÉS
Ven, Espíritu divino,
manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre;
don, en tus dones espléndido;
luz que penetra las almas;
fuente del mayor consuelo.
Ven, dulce huésped del alma,
descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo,
brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas
y reconforta en los duelos.
Entra hasta el fondo del alma,
divina luz, y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre
si tú le faltas por dentro;
mira el poder del pecado
cuando no envías tu aliento.
Riega la tierra en sequía,
sana el corazón enfermo,
lava las manchas,
infunde calor de vida en el hielo,
doma el espíritu indómito,
guía al que tuerce el sendero.
Reparte tus siete dones
según la fe de tus siervos;
por tu bondad y tu gracia
dale al esfuerzo su mérito;
salva al que busca salvarse
y danos tu gozo eterno.
Amén
CONTEMPLATIO: (Después de haber acogido la Palabra nos comprometemos con ella)
La reflexión sobre el Espíritu Santo en San Pablo nos mueve a considerar cómo los cristianos somos movidos por el Espíritu de Dios a transformarnos en esclavos de amor unos de otros. El hombre salvado es liberado de la ley para servir a Dios en una vida nueva por el Espíritu.
El cristiano es un hombre encausado al amor, a un amor que participa del amor de Dios porque éste es comunicado al hombre por el Espíritu Santo.
Este texto nos sugiere cómo en nuestra vida cristiana tenemos qué dejarnos conducir por el Espíritu del Señor, el cual nos da una nueva vida de hijos de Dios.
La Sagrada Escritura nos insiste en que es el Espíritu Santo la fuerza, el poder de Dios, y que es El quien nos fortifica, nos impulsa a crecer humana y espiritualmente, y nos permite rebasar las dificultades y obstáculos en nuestra vida cristiana: "El Espíritu Santo, viene en ayuda de nuestra debilidad, pues nosotros no sabemos pedir como conviene. El Espíritu mismo intercede por nosotros" (Rom 8, 26).
Es este mismo Espíritu el que produce frutos en nosotros tales como los que ya nos menciona la Sagrada Escritura: "En cambio el fruto del Espíritu divino es amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí; contra tales cosas no hay ley" (Gál 5, 22-23).
El Catecismo de la Iglesia Católica afirma lo siguiente: "Los frutos del Espíritu son perfecciones que forma en nosotros el Espíritu Santo como primicias de la gloria eterna. La tradición de la Iglesia enumera doce: caridad, gozo, paz, paciencia, longanimidad, bondad, benignidad, mansedumbre, fidelidad, modestia, continencia, y castidad" (CIC 1832).
5.- LLAMADOS A PROFESAR Y A VIVIR LA FE DENTRO DE LA COMUNIDAD CRISTIANA QUE ANUNCIA EL REINO DE LOS CIELOS
Mc. 4, 1-20
INVOCACIÓN AL ESPÍRITU SANTO
Ven, Espíritu Santo llena los corazones de tus fieles
y enciende en ellos el fuego de tu amor.
Tú eres la fuerza que vigoriza nuestro trabajo.
Tú el aliento que vivifica nuestra alma.
Tú, la luz que ilumina nuestra mente,
Tú el motor de nuestras obras.
Danos docilidad para seguir tus mandatos
y que gocemos siempre de tu protección.
LECTIO: (Partimos del texto bien leído y entendido)
De nuevo se puso a enseñar a orillas del lago. Acudió a él tanta gente, que tuvo que subir a una barca que había en el lago y se sentó en ella, mientras toda la gente permanecía en tierra, a la orilla del lago. Les enseñaba muchas cosas por medio de parábolas. Les decía enseñándoles: -¡Escuchen! Salió el sembrador a sembrar. Y sucedió que, al sembrar, parte de la semilla cayó al borde del camino. Vinieron los pájaros y se la comieron. Otra parte cayó en terreno pedregoso, donde no había mucha tierra; brotó en seguida, porque la tierra era poco profunda, pero, en cuanto salió el sol se marchitó y se secó porque no tenía raíz. Otra parte cayó entre la maleza, y cuando la maleza creció, asfixió la semilla que no dio fruto. Otra parte cayó en tierra buena y creció, se desarrolló y dio fruto: el treinta, el sesenta y hasta el ciento por uno. Y añadió: -¡Quien tenga oídos para oír, que oiga!
Cuando quedó a solas, los que estaban a su alrededor junto con los Doce le preguntaron sobre las parábolas. Jesús les dijo: -A ustedes Dios les ha confiado el misterio de su reino, pero a los de fuera todo les resulta enigmático,de modo que: por más que miran, no ven, y, por más que oyen, no entienden; a no ser que se conviertan y Dios les perdone. Y añadió: -¿No entienden esta parábola? ¿Cómo van a comprender entonces todas las demás? El sembrador siembra el mensaje. La semilla sembrada al borde del camino se parece a aquellos en quienes se siembra el mensaje, pero en cuanto lo oyen viene Satanás y les quita el mensaje sembrado en ellos. Lo sembrado en terreno pedregoso se parece a aquellos que, al oír el mensaje, lo reciben en seguida con alegría, pero no tienen raíz en sí mismos; son inconstantes y al llegar el sufrimiento o la persecución a causa del mensaje sucumben. Otros se parecen a lo sembrado entre maleza. Son esos que oyen el mensaje, pero las preocupaciones del mundo, la seducción del dinero y la codicia de todo lo demás los invaden, ahogan el mensaje y éste queda sin fruto. Lo sembrado en la tierra buena se parece a aquellos que oyen el mensaje, lo reciben y dan fruto: uno treinta, otro setenta y otro cien. Palabra del Señor.
Se lee el texto dos o más veces hasta que se comprenda.
Preguntas para reflexionar:
a.- ¿Dónde siembra el sembrador la semilla?
b.- ¿Por qué unas semillas no producen fruto?
Empieza el capítulo 4 de Marcos, que contiene cinco parábolas seguidas. La parábola del sembrador es la primera de ellas en la que advertimos tres secciones: la proclamación de la parábola por Jesús. El intermedio explicando el por qué habla Jesús en parábolas. La explicación de la parábola del sembrador.
El relato abre con una introducción circunstancial: “Jesús se puso a enseñar otra vez junto al lago. Acudió un gentío tan enorme que tuvo que subirse a una barca”. Y sigue la parábola del sembrador en la que, en la que Jesús valora positivamente su anuncio del Reino, que es la semilla. Si, Jesús comienza comparando el Reino de Dios con una siembra azarosa y acaba equiparándola a una cosecha espléndida, sin prestar mayor atención a las etapas intermedias de crecimiento y maduración, algo que sí hace la parte explicativa de la parábola. El trío de cifras: treinta, sesenta y ciento por uno, habla manifiestamente de la plenitud final del Reino, que sobrepasa toda medida y su pera con creces una buena cosecha. Aunque no sin dificultades, el éxito es seguro.
MEDITATIO: (Confrontamos nuestra vida con el Evangelio)
El lugar desde el que Jesús da a conocer esta parábola que acabamos de escuchar es un lugar muy importante ya que en él fue donde acontecieron la llamada de los primeros discípulos, en ese lugar vio a Leví al pasar, y es ahí también a donde lo han seguido sus discípulos y la gran multitud.
El texto nos dice que Jesús estaba enseñando a orillas del lago, y que había tanta gente que le obligaron a subir a una barca, y estando arriba Jesús como buen maestro toma asiento y se dispone a dirigir su enseñanza a la gente que aguarda a al orilla del lago; entre la gente que estaba allí bien podemos encontrar a personas llenas de curiosidad, otras con intereses meramente humanos, y otros con un espíritu abierto para escuchar las palabras del maestro; tal y como las podemos encontrar hoy en los templos o en los grupos de oración.
La primer palabra de Jesús: ¡Escuchen!, es una exclamación que nos debe de hacer pensar en la necesaria disposición que hay que tener para recibir con claridad el mensaje. Lo que Jesús está por decir necesita de un ambiente propicio para que pueda llegar a causar efecto en la vida de sus oyentes; por eso Jesús intenta despertar el interés sincero de la gente, para que logren examinar su corazón, su vida a través del lenguaje de una parábola; la cual necesariamente a quienes la escuchamos nos obliga a la reflexión, a la interiorización y a la decisión.
La parábola que Jesús nos describe en este texto, parte de un hecho tan cotidiano y común como lo es la siembra; a través de esta imagen él intenta comunicar a las personas que lo escuchan la grandeza del Reino de Dios que está haciéndose presente en medio de ellos. Esta grandeza del misterio del Reino se hace presente como vemos, en lo cotidiano de la vida, en medio de la sencillez, sin tanto alboroto; solo basta escuchar, atender a la voz de Dios que habla a través de las palabras de Jesucristo.
La parábola descrita por Jesús nos presenta a un hombre ubicado como el sembrador el cual esparce su semilla. Una vez señalado esto, la parábola hace a un lado la presencia del sembrador para centrarse en la semilla y el espacio en el que ésta se desenvuelve después de haber sido arrojada por el sembrador. Los espacios o lugares en los que es arrojada la semilla son cuatro, la que cae en el borde del camino y se la comen los pájaros, la que cayó en terreno pedregoso donde no hay mucha tierra, la que cayó en la maleza y fue asfixiada por la misma y finalmente la que cayó en tierra buena, creció, se desarrolló y dio fruto en distintas proporciones.
Esta situación nos debe de llevar a pensar en el servicio que Jesús hace a Dios, como el sembrador de la palabra divina, el cual arroja la palabra divina en el corazón del hombre, palabra que no es recibida de igual forma en todos los corazones, porque el suelo de muchos hombres es infértil o no esta preparado debidamente para recibir la semilla. En este contexto podemos hacernos una pregunta que comience a confrontar nuestra vida con la palabra de Dios que acabamos de escuchar y que ahora meditamos. De acuerdo a mi fe y mi experiencia de Dios ¿con qué clase de terreno me identifico?...
Después de la descripción de la parábola, nos indica el texto que Jesús se quedo a solas, y a su alrededor había gente y también los Doce; los cuales le preguntaron sobre las parábolas. Jesús les contesta señalándolos como depositarios del misterio de su reino, por estar junto a él. En este contexto podemos pensar en la gente, que se ha quedado fuera, se ha ido y no ha podido descubrir el misterio del reino; y que este descubrimiento del reino es algo más que mirar, algo más que escuchar; es abrir el corazón y la vida a esta palabra de salvación que nos hace convertirnos al señor y disfrutar de su misericordia como lo dice Jesús.
Esta indicación de Jesús nos debe de confrontar y hacer pensar en la manera como nos acercamos a Dios, a su Palabra; tal vez en muchas ocasiones nos hemos quedado con la experiencia meramente sensitiva y no hemos dado el paso siguiente; el disfrutar y gustar de la soledad con Jesús, dialogar con él, el experimentarnos en su cercanía y poseedores de un misterio que nos rebaza y que nos hace descubrir que no basta con estar ahí, sino que necesito seguir haciendo experiencia de Jesús, experiencia de discipulado, vida de conversión y de encuentro constante con la misericordia que me ha traído Jesús.
Una vez manifestada esta insensibilidad de la gente y de los Doce, Jesús cuestiona sobre la incomprensión de la parábola y de lo difícil que les será entender lo que a su lado verán. Es por ello que hechas las preguntas, Jesús comienza a explicarles detalladamente la parábola. Ante esto no queda más que reconocer que la grandeza del reino de Dios nos rebaza y nos envuelve, y que nosotros por tanto, no podemos permanecer de pie esperando a comprender en su totalidad el misterio; esto es un error, ya que la comprensión del misterio se va haciendo de camino, en el recorrer de nuestra vida, en el ir ablandando el sendero de nuestra insensibilidad, en el ir arrojando lejos las piedras de nuestra aridez y en el ir arrancando la maleza de nuestro caprichos. Ahí esta la capacidad de abrirnos al entendimiento del misterio y el compromiso por llevar acabo lo que Dios quiere de nosotros.
Dejémonos abrazar por Dios, maravillémonos de su palabra, acojamos la semilla de su Reino, porque participar de cerca de este misterio es un regalo, un don de Dios. Compartamos con nuestros hermanos el gozo de haber contemplado un signo claro de la verdad de la Palabra de Dios que ha sido sembrada en nuestro corazón, y que con el auxilio divino la cuidaremos y la haremos fructificar en la vida eterna: uno treinta, otro setenta y otro cien…
Tanto de la primera como de la última parte de la parábola brota evidente una conclusión: hay que distinguir el tiempo de la siembra, que es de la Iglesia continuando la misión de Jesús, y el tiempo de la cosecha, que es el Reino consumado. Ni la Iglesia se identifica con el Reino de Dios, a cuyo servicio debe estar, ni el Reino ha alcanzado ya su plenitud, sino que va construyéndose poco a poco y está llegando continuamente al mundo de los hombres, como la semilla que crece entre dificultades. La manifestación definitiva y esplendorosa del Reino queda para los tiempos últimos. De ahí la perenne petición del padre nuestro: venga a nosotros tu Reino.
Jesús podía haber desplegado todo el poder de Dios para un éxito fulminante del Reino, tal como se imaginaban los judíos. Pero prefirió la lenta aventura de una humilde semilla sin triunfalismo avasallador. Con lo cual señaló el camino a su Iglesia, a nosotros: desprendimiento y pobreza, servicio y conversión continua, éxodo y diáspora itinerante.
ORATIO: (Expresamos lo que sale de un corazón iluminado y guiado por la Palabra)
Señor Dios Nuestro reconocemos que no hemos sido fieles al proyecto de Iglesia que tú fundaste, nos hemos llenado de rutina, nos hemos olvidado del mandamiento del amor, nos falta generosidad en nuestros corazones y hemos descuidado el alimento de tu Palabra y el de la Eucaristía, por eso te pedimos que renueves en nosotros el espíritu de hermanos, que nos ayudes a ser esa comunidad fraterna que acogiendo tu Palabra nos dejemos iluminar y guiar por ella para vivir con gozo los valores del Evangelio. Camina con nosotros, Señor Jesús, para que, siendo la Iglesia que tú deseas profesemos como comunidad la misma fe en ti.
Perdona, Señor, nuestra superioridad: somos, con frecuencia, el terreno pedregoso en que tu Palabra no puede echar raíces. Perdona, Señor, nuestra inconstancia, que seca en seguida en el corazón el entusiasmo suscitado por tu Palabra. Perdona, Señor, nuestra fragilidad: las preocupaciones cotidianas nos distraen y corremos detrás de muchas cosas superfluas. Perdona, Señor. Nuestra presunción: creemos poder predisponerlo todo y hacerlo todo con nuestras fuerzas.
Ayúdanos a confiarnos con la seguridad del niño a tu guía: sólo tú puedes hacer estable nuestra fe para siempre. Convierte nuestro corazón y mantennos cerca de ti hasta el momento en el que, como ha David nos lleves de la mano a descansar con nuestros antepasados.
CONTEMPLATIO: (Después de haber acogido la Palabra nos comprometemos con ella)
La palabra Iglesia designa a quienes son convocados por su fundador. Es una comunidad de hermanos, es dinámica. Nace del anuncio del Evangelio: vayan por todo el mundo y proclamen la Buena Nueva a toda criatura (Mc 16, 15).
Hechos de los apóstoles habla de una comunidad que se reúne en torno a la escucha de la Palabra, la vivencia de la caridad, la celebración de la Eucaristía y la oración. Todos estos aspectos forman los grandes fundamentos de la comunidad cristiana, la Iglesia.
Esta Iglesia está formada por todos los bautizados y es una comunidad congregada por la Palabra, la predicación de los discípulos, alimentada por la Eucaristía y proyectada para el anuncio de la Buena Nueva.
La fe se celebra y se vive como experiencia sacramental en el bautismo, el cual somos regenerados y constituidos en hijos en el Hijo. Pero el bautismo no puede reducirse sólo a un momento de la vida, es más bien una experiencia que trasciende el momento celebrativo, es un estarse identificando momento a momento con los sentimientos de Cristo, hacer de la vida una constante ofrenda al Padre.
Es dentro de la comunidad donde el Resucitado sigue realizando prodigios y grandes señales, por lo tanto, es en la Iglesia donde se vive intensamente la presencia del Señor que vive porque ha vencido a la muerte. El Señor sigue actuando por medio de los apóstoles que en su predicación y testimonio se convierten en signos visibles de la Resurrección del Señor.
Los creyentes entienden muy bien que lo que ha de distinguir a la comunidad cristiana es la vivencia del mandamiento del amor que se concretiza en el vivir unidos y en el compartir poniendo todo en común. Los bienes del mundo se convierten en instrumentos para poder vivir los valores evangélicos de la generosidad y el de la caridad.
La fe se celebra, se vive y se alimenta de la Eucaristía. Los primeros cristianos alimentan su vida de fe en el encuentro con Jesús vivo presente de una manera misteriosa pero real en la Eucaristía.
Es también una comunidad que persevera en la oración como sustento de la vida en Caridad. Esta vivencia del amor es alimentada por la Palabra del Señor anunciada por los apóstoles, ella los congrega y los anima a la vivencia del amor. Es la semilla que ha de producir frutos abundantes.
Creemos en la Iglesia que es UNA.........por eso nos comprometemos a vivir la unidad en el amor.
Creemos en la Iglesia que es SANTA.......por eso nos comprometemos a buscar la santidad de su fundador.
Creemos en la Iglesia que es CATÓLICA.....por eso nos comprometemos a vivir como hermanos buscando la salvación de todos.
Creemos en la Iglesia que es APOSTÓLICA..... por eso nos comprometemos a ser fieles a las enseñanzas de los apóstoles.
Queremos Una Iglesia discípula y misionera que evangeliza al mundo, vive en comunión y tiene una misión: el anuncio de la Palabra. (Aparecida 30 y 33 156 163 365)
Queremos una Iglesia que sea la Casa de la Palabra, por tanto, en ésta, su casa, se le escuche, se le acoja y se le proyecte (VD.92)
Queremos una Iglesia que sea signo visible de salvación, signo e instrumento de unidad, comunión de Amor, que se sienta llamada a la Conversión, que se alimenta de la Palabra para ser evangelizada y evangelizadora, servidora desde la humildad, creativa y Encarnada, comprometida en defensa de la vida humana, con espíritu misionero, orante y que celebra los Sacramentos unidos a la vida.