Reflexion Dominical
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1º de cuaresma VIVIR LA CUARESMA IMPULSADOS POR EL ESPIRITU 18 Feb 2024
Hemos iniciado la cuaresma, es un tiempo diferente que nos invita a reflexionar en nuestra fe que necesita reactivarte y ser mejor, como lo señala Aparecida en el num. 12: “nuestra mayor amenaza“ es el gris pragmatismo de la vida cotidiana de la Iglesia en el cual aparentemente todo procede con normalidad, pero en realidad la fe se va desgastando y degenerando en mezquindad”. A todos nos toca recomenzar desde Cristo, reconociendo que“ no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva”.
- JESÚS SE RETIRA AL DESIERTO
El desierto no llama la atención, uno va encontrando ofertas e invitaciones para irnos a la playa o a la sierra, otras más nos quieren llevar a Europa, a encontrarnos con otros mundos que nos seducen y nos encandilan; quieren hacer posible nuestros sueños de poder llegar a estos lugares, y otros que te llamen la atención, pero curiosamente no veo a nadie que nos invite al desierto. Jesús de Nazareth tú eres el único que nos quiere llevar al desierto, nos sacas de nuestro lugares preferidos para que entremos a un mundo raro, diferente que no parece atractivo, ni nos ofrece comodidades ni lujos. Ahí nos tienes sorpresas, es por eso que tratemos vivir la aventura del Señor.
Hoy nos podemos preguntar ¿qué vamos a hacer en el desierto? O ¿cómo hacerle para llegar ahí? Cuando tú dedicas un momento al Señor, cuando te entras en silencio y soledad; cuando te desconectas del mundo y entras en ti mismo y piensas en los asuntos fundamentales de la vida, eso es tu desierto. Para hacer un Desierto se necesita, salir del lugar donde uno vive o trabaja, y retirarse a un lugar solitario, sea campo, bosque, montaña o una casa de retiro. Principalmente el desierto es un tiempo fuerte dedicado a Dios en silencio, soledad y penitencia. Es ahí donde nos vamos a encontrar con nosotros mismos, es la oportunidad para quitar nuestras máscaras, falsedades, maquillajes y vernos frente al espejo de Dios.
Toda la cuaresma es ese tiempo precisamente de hacer el desierto de nuestra vida, es salir de la vida que llevamos, tomar conciencia del mundo que estamos viviendo y poder entrar en el de Dios. Es arriesgarnos al cambio, encontrar otros aires que oxigenen todo lo que somos y lo que debemos de ir. Jesucristo nos invita al desierto, no tengamos miedo de aceptar su propuesta.
En el desierto de tu vida diaria puedes hacer esta oración:
Jesús, entra dentro de mí.
Toma posesión de todo mi ser.
Tómame con todo lo que soy,
lo que pienso, lo que hago.
Toma lo más íntimo de mi corazón.
Cúrame esta herida que tanto me duele.
Sácame la espina de esta angustia.
Retira de mí estos temores,
rencores, tentaciones. ..
Jesús, ¿qué quieres de mí?
¿cómo mirarías a aquella persona?
¿cuál sería tu actitud en aquella dificultad?
¿cómo te comportarías en aquella situación?
Los que me ven, te vean, Jesús.
Transfórmame todo en tí.
Sea yo una transparencia de tu persona.
- JESÚS SE FUE A GALILEA
Pagola dice: hay que volver a Galilea para seguir sus pasos: hay que vivir curando a los que sufren, acogiendo a los excluidos, perdonando a los pecadores, defendiendo a las mujeres y bendiciendo a los niños; hay que hacer comidas abiertas a todos y entrar a las casas anunciando la paz; hay que contar parábolas sobre la bondad de Dios y denunciar toda religión que vaya contra la felicidad de las personas; hay que seguir anunciado que el Reino de Dios está cerca.
Con Jesús, es posible un mundo diferente, más amable, digno y justo. Hay esperanza para todos; Él irá adelante. Allí lo verán. En suma, Galilea es más que un espacio geográfico, tiene un sentido simbólico: es el lugar del seguimiento a Jesús, el punto de partida de la misión de la Iglesia a todos los pueblos, el lugar de la manifestación gloriosa del Hijo de Dios.
Se trata entonces de volver a creer, de recuperar las muchas acciones buenas que hemos venido realizando y que cuando menos recordamos, se nos fue pasando la vida y el corazón dejó de amar, olvidamos los compromisos familiares, el orgullo de nuestra fe viva y pujante y quisimos vivir de las inercias; las redes sociales nos fueron envolviendo con sus atractivos, sus propuestas de mundos halagadores y el corazón se fue enfriando, nos fuimos alejando del respeto, la honestidad, la generosidad, la oración, venir a misa los domingos, acudir a la adoración nocturna y todos los grupos de pastoral, la práctica de los ejercicios espirituales, etc.., pensamos que con viajar y viajar se iba a quitar la tristeza, nos íbamos a curar de la soledad y la hastío de la vida. Entonces todo esto quiere decir que necesitamos volver a Galilea, porque ahí Jesús de Nazareth nos quiere predicar la buena nueva.
Ya el Papa Francisco predicaba el 8 de abril: volver a «la Galilea del primer amor» — cada uno a la propia, a la del primer encuentro con Jesús — para poder resurgir a «la vida nueva».
¿qué significa ir a Galilea? Dos cosas. Por una parte, salir del encierro del cenáculo para ir a la región habitada por las gentes (cf. Mt 4,15), salir de lo escondido para abrirse a la misión, escapar del miedo para caminar hacia el futuro. Y por otra parte —y esto es muy bonito—, significa volver a los orígenes, porque precisamente en Galilea había comenzado todo. Allí el Señor encontró y llamó por primera vez a los discípulos. Por tanto, ir a Galilea significa volver a la gracia originaria; significa recuperar la memoria que regenera la esperanza, la “memoria del futuro” con la que hemos sido marcados por el Resucitado.
Galilea, allí donde comenzó nuestra historia de amor con Jesús, donde fue el primer llamado. Es decir, nos pide que revivamos ese momento, esa situación, esa experiencia en la que encontramos al Señor, sentimos su amor y recibimos una mirada nueva y luminosa sobre nosotros mismos, sobre la realidad, sobre el misterio de la vida. Para resurgir, para recomenzar, para retomar el camino, necesitamos volver siempre a Galilea; no al encuentro de un Jesús abstracto, ideal, sino a la memoria viva, a la memoria concreta y palpitante del primer encuentro con Él. Sí, para caminar debemos recordar, para tener esperanza debemos alimentar la memoria. Y esta es la invitación: ¡recuerda y camina! Si recuperas el primer amor, el asombro y la alegría del encuentro con Dios, irás hacia adelante. Recuerda y camina.
Recuerda tu Galilea y camina hacia tu Galilea. Es el “lugar” en el que conociste a Jesús en persona
- JESUS INVITA A LA CONVERSIÓN
Vivir la Cuaresma con espíritu cristiano habrá de empujarnos a no confrontar; a pacificar, y no generar violencia; a construir la justicia destruyendo egoísmos; a tender puentes en vez de engendrar abismos; a generar confianza donde abundan las dudas, sutilezas y resquemores; a ofrecer valores sólidos a quienes inician las sendas de la vida para librarlos del aullido destructor del vacío; a iluminar horizontes de esperanza donde las sombras tiñen los rostros de tristeza; a llenar con la calidez del amor la gelidez de la soledad y el desamor...
«Convertíos» no es simplemente que se nos perdonen los pecados. Estos ya se perdonaban con Juan y con cualquier acto de arrepentimiento. Jesús no se limitó a decir: vengo a perdonaros los pecados. Le hubiera sido tan fácil, como cuando perdonó al paralítico o a la mujer pública. Ni mucho menos dijo: vengo para que confeséis vuestros pecados; podéis hacerlo conmigo o con mis discípulos; voy a colocar en el templo, en las sinagogas y en lugares estratégicos unos objetos apropiados, como capillitas, que llamaremos «confesionarios»; serán de madera y quedarán preciosos; señalaremos horas apropiadas para escuchar vuestras, diremos, «confesiones», con distinción de hombres y mujeres.
Jesús dijo: «convertíos«, o mejor: dejaos convertir. Tendréis que dar un cambio tan radical que no lo podréis conseguir con vuestras propias fuerzas. Tenéis que cambiar, no de vestidos ni de prácticas piadosas o de costumbres morales; más o menos oraciones, purificaciones, ayunos, limosnas y ofrendas; tenéis que cambiar de pensar, de sentir y de ser; necesitáis ojos, cerebro y corazón nuevos; necesitáis ser otra persona, necesitáis volver a nacer.
La Cuaresma es un grito a lo más noble de nosotros mismos para que Dios pueda llevar a plenitud su alianza en nuestra existencia.
Camino de limpieza de conciencia. Para que esto sea así, es preciso que purifiquemos nuestra conciencia. En este núcleo central, en la conciencia, es donde nacen y maduran las decisiones más importantes de la persona. El camino de conversión comienza en lo más íntimo de uno mismo. Aquí radica la gran dignidad de la persona. Siempre está abierta y capacitada para alcanzar nuevas metas. Nunca es tarde para volver a orientar su vida. Una y otra vez puede acrecentar su coherencia personal, si se deja iluminar por Dios y se comparte generosamente con los hermanos.