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¿Libres, ilusos o engañados por Dios?
Simplemente a imagen del Creador
Pbro. Dr. Martín Barajas Rizo
1.- Introducción
Con toda franqueza debo admitir mi negligencia al confesar que hace ya algunos meses se me ha pedido que escribiera unos cuantos renglones sobre el fino asunto de la libertad, para ser publicados junto con otros artículos de sabor antropológico en una edición única, la cual serviría para profundizar en la cuestión del hombre visto integralmente. De igual manera, haciendo uso de mi libertad, he optado por cerrarle las puertas a dicha publicación, permitiendo más bien que este ensayo sea publicado vía internet, precisamente en la página que ahora estás leyendo. Todo es el resultado de una acción libre, ya que la libertad es el diamante con el que han sido genialmente decorados aquellos animales que, además, también han sido descaradamente engalanados con la capacidad de razonar. Por cierto, tengo la certeza de que a esos tales se les llama hombres, o quizá sería menos problemático decir que se les reconoce como seres humanos, y no está por demás expresar que se trata de una especie muy orgullosa, pero que, a todas luces, manifiesta una gran dosis de ineptitud para hacer buen uso de aquello que es precisamente el motivo de su orgullo; es decir, del entendimiento y la voluntad. Para nadie es un secreto el arsenal de actos tan horrendos que la historia nos arroja con severo reclamo a nuestras vanidosas mentes. En efecto, se verifican muertes a diestra y siniestra; se constatan guerras, genocidios y sangre esparcida a lo largo y ancho de la superficie terrestre; se detectan corruptelas de todo tipo, narcotráfico de norte a sur y escenas criminales en los hogares, en las calles y los caminos rurales, como si todo esto se tratara de hechos provenientes de brutos y feroces animales; sin embargo, sabemos que no son más que el producto de seres libres y racionales. ¿Por qué los hombres, a diferencia de los demás seres creados, no se ajustan a los diámetros de su propia naturaleza? ¿Acaso la libertad es un peligro o tal vez el hombre ha sido galardonado con una herramienta que es incapaz de usar adecuadamente? Don, tarea, crimen y castigo tienen su origen en la misma fuente: la libertad.
La rueda del tiempo se ha llevado consigo las semanas de un modo sorprendente y, por otra parte, debo confesar que durante este tiempo me he visto rodeado de mil cosas por hacer, las ocupaciones me han acosado noche y día y esto indica que no he sido del todo libre para lograr la petición de escribir, cosa que me fue pedida tiempo atrás, quizá hace ya más de 6 meses; además,
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si algún espacio libre he tenido en el rincón de alguno de esos atropellados días que han consumido mi ajetreada existencia, no dudo en admitir que deliberadamente he cometido el crimen de la santa indiferencia respecto a dicha tarea todavía pendiente, acción santa y criminal que pareciera referirse nada más y nada menos que a un heroico acto de libertad plena, al que se supone tengo derecho. Y ahora, cuando finalmente encuentro, en el sigiloso y menudo escurrir de los minutos, unas cuantas horas de un par de tardes esquinadas, y por lo tanto un poco más desahogadas de intensos y estresantes quehaceres, horas en las que bien pudiera entregarme a mis lecturas predilectas, a mis caprichos ambiciosos o simplemente a darle rienda suelta a la holgazanería, me dispongo, sin embargo, a darle solidez a mi palabra que aún se mantiene en vilo, y al mismo tiempo me pregunto si en este preciso momento soy realmente libre de escribir estas líneas, siendo que se trata de un hecho que me provoca la sensación de sentirme como medio obligado a realizar. Si en verdad yo fuera libre quizá no lo haría, de ahí que no puedo dejar de preguntarme, ¿soy o no libre? ¿Escribo porque quiero o porque debo? ¿Debo querer o sencillamente quiero el deber? ¿Mi libertad es una ilusión o simplemente soy el blanco perfecto de las bromas del Creador? Mi azorada libertad en pleno ejercicio me arroja a las puertas del Misterio. Y cuando toco a dichas puertas, pidiendo entrar, es el Misterio mismo el que las abre y me invita a pasar a su insondable abismo; ahí me encuentro con una profundidad sin límites que me abraza por doquier y que, sin respuesta alguna, me lanza de nuevo a la ambigüedad de mi propia libertad, para que la ponga en práctica.
Y una vez más, volcado hacia mí mismo, concentro mis energías mentales en la abismal profundidad de mi ser intentando capturar el eje ontológico en torno al cual gira el sentido de mi existencia. Ensimismado penetro el corazón de mi nada con la esperanza de encontrar la perla de gran valor en la cual se fundamenta mi dignidad humana. Con alas de angustia giro una y otra vez en las profundidades de mi alma deseoso de encontrarme y conocerme; pero como aquellos, que después de haber trabajado toda la noche no han pescado nada, tampoco yo he logrado, después de largas faenas filosóficas, ver con claridad el rostro de mi ser; es tan fugaz, tan huidizo como el Sida cuyo virus no se deja capturar. Un milagro o un misterio, un fracaso o un éxito, una paradoja o un abismo, un esclavo o un señor, un dios o un demonio, un pozo sin fondo o un espacio estrecho, un cíclope o un monstruo con dos cabezas, ¿Qué soy? Simplemente ambigüedad, ambigüedad ambigua; en una palabra: no solamente tengo, sino que soy libertad.
Experimento duplicidad, oscilación, ambivalencia; por un lado, aires de grandeza y orgullo invaden hasta mis huesos haciéndome sentir rey del universo, y por el otro, sentimientos
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de culpa y finitud circulan por mis venas y me hacen percibir las periferias de mi nada. A veces, crucificado en la contingencia, siento las cadenas y los clavos de la limitación; otras veces en cambio, volando como gaviota, siento el poder de atar y desatar a mi arbitrio. En ocasiones siento el latido de un ángel y en otras me acompaña el palpitar de los demonios. Hay días en que logro subir a la cima y con soberbia y lucidez puedo contemplar claramente el panorama; pero también hay días en que situado en la sima me corroe la desesperación al sufrir la estrechez de mi horizonte. Con altivez me reconozco poco inferior a los ángeles y con incertidumbre veo el rostro de mi pequeñez. Muchas veces reconozco mi nada ante la majestuosidad del Creador, y otras me veo encarnando a los constructores de la torre de Babel. Con frecuencia me invade la admiración cuando extasiado contemplo la maravilla del ser, pero también soy presa de la angustia ante su inobjetivable realidad.
Mi libertad reclama el lugar de Dios, pero tristemente por él me siento algo así como arrojado a los abismos. De pronto parece que estoy comiendo el fruto del árbol de la ciencia, pero rápidamente compruebo que ese paraíso está vetado para mí. Preñado por la esclavitud añoro libertad y siendo realmente libre ante la vida no sé cómo actuar, pues me parece como un yugo difícil de llevar. No me parece posible comprender cabalmente el constitutivo último de mi ser y esto me hace sentir algo de impotencia y angustia; acceder a niveles que parecen sin fondo me provoca ansiedad y experimentar pobreza y riqueza juntas me genera ambigüedad, contradicción. Inquieto me cuestiono, perplejo me respondo, ambiguo me siento y de rodillas imploro la luz de la verdad sobre mi propio ser que especulativamente parece huir a toda reflexión. Lucidez y torpeza, trascendencia y finitud, angustia y maravilla, características de la ambigüedad que corre por las venas de mi libertad, de mi ser, de mi relación con lo divino. Y me encuentro siempre de cara al misterio de la Libertad. Misterio en cuyas entrañas nos movemos, existimos y somos.
2.- La libertad, un misterio en discusión
Se trata de que hagamos un viaje, no ya al centro de la tierra o de un futuro utópico, sino al corazón mismo de la libertad humana, a la raíz donde se decide y fragua la entera vida del ser humano, ya que es precisamente la libertad la que abre, ante nuestra existencia, no solo el abismo más profundo, sino también el cielo más sublime. A partir de esta afirmación, la siguiente pregunta discurre lógica, ¿por qué la libertad es a la vez el más grande bien y el más grande peligro? Más aún, si nos atenemos al ritmo propio de la vida ordinaria no dejan de aguijonearnos un sinfín de cuestionamientos en torno a esta temática, ¿quién no ha tenido la sensación de encontrarse en un laberinto sin salida? ¿Quién no ha experimentado una fuerza superior que
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parece obstaculizar su libertad? ¿Quién no ha sufrido la impresión de sentirse engañado por Dios? En definitiva, ¿quién no ha puesto realmente en duda su propia libertad o no ha experimentado la ilusión de sentirse libre? Sin embargo, como bien lo pondera el famoso Descartes, aunque un ser todopoderoso encontrara placer en engañarnos, « no dejamos de experimentar que poseemos una libertad »1, es decir, somos libres de pensar, de actuar, de construir y destruir, libres para lo mejor y para lo peor; en otras palabras, no cabe duda de que la libertad es una de las experiencias más centrales y constitutivas de nuestra vida, pues somos conscientes de que está en nuestro poder determinar nuestra acción en presencia de varias alternativas2; de modo que estamos hablando de que la libertad es real, aunque no deja de ser la piedra de escándalo para los empiristas, pues se trata de un concepto que no es susceptible de exposición empírica3, en el sentido de que no resulta del todo fácil argumentarla con los métodos propios de la ciencia. Así pues, en este reducido espacio no busco ofrecer un tratado sobre la libertad del hombre; de ello ya se ha escrito mucho y, sin duda, se seguirá escribiendo. Aquí me limito a expresar los desatinos y los gozos en los que me veo existencialmente enredado gracias a la libertad que me constituye.
Creo realmente que la discusión en torno a la liberad es uno de los misterios más antiguos y fascinantes del pensamiento humano; de ahí que no me parece nada exagerado afirmar que todas las filosofías desde Sócrates y Platón; toda la historia desde Herodoto y Tucídides; toda la poesía desde Homero y todas las artes, pueden ser consideradas como reflexiones, como espejos de la libertad humana; en otras palabras, la libertad no solo es un concepto importante de la reflexión, sino que es el concepto esencial de la filosofía4; más aún, se trata de un verdadero enigma sobre el que desde hace siglos debaten tanto los filósofos como los teólogos, pero en el que cada vez más se interesan también los neurobiólogos, los psicólogos y muchos hombres de ciencia e intelectuales provenientes de varias disciplinas5, pues se trata de una de las cuestiones más vivas y controvertidas de la especulación. En efecto, de entre los puntos irresueltos del pensamiento se encuentra el tema de la libertad, un tema muy sensible para la reflexión filosófica y científica al plantearse como uno de los obvios problemas existenciales que más afecta la vida humana y que no pocos filósofos han considerado como la mayor perfección del hombre y en tal sentido no como un simple valor, sino como el fundamento de todos los valores. Ciertamente, la libertad aparece a todo mundo como algo tan natural e inmediato, como algo fundamental y
1 R. DESCARTES, Los principios de la filosofía, 24.
2 Cf. M. DE CARO – al., Siamo davvero liberi?, 113.
3 Cf. I. KANT, Crítica de la razón práctica, 8-24.
4 Cf. A. GLUCKSMANN – al., La plus belle histoire de la liberté, 15.
5 Cf. M. DE CARO – al., Siamo davvero liberi?, 71.
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consubstancial a la existencia humana; de ahí que preguntar por la libertad es preguntar por lo específico del hombre en cuanto espíritu actuante, pues por todas partes se dice que la libertad es lo propio del ser humano, algo que le distingue de las bestias y que paradójicamente lo hace capaz de comportamientos peores que los de las mismas bestias. La libertad, en estrecha unión con el entendimiento, hace del hombre un ser estructuralmente ético.
En definitiva, en la reflexión que aquí plasmo, me siento partidario de los que piensan que el debate sobre la libertad no solo es una cuestión realmente central y crucial, sino que la libertad misma es « el más alto misterio metafísico »6 en cuanto que « coincide con la esencia misma del hombre »7 y es el núcleo de toda acción humana, lo cual « exige asomarse a lo más hondo de la persona »8, pues como claramente lo dice C. Fabro, la libertad es la aurora de la gloria del ser del hombre, pero es también un problema que todavía no ha sido del todo zanjado9, como bien lo he intentado expresar en el párrafo anterior. Para qué esconderlo más, creo que es el momento de afirmar que, en la tema de la libertad, la cosa misma que está en cuestión es la persona humana, pues es algo que concierne directamente a su ser; está de por medio no solo la identidad moral de cada uno, sino también la identidad personal, ahí se descifra la cuestión constitutiva de quién es el hombre y, sobre todo, de quién puede llegar a ser. En esta afirmación me gustaría ser un poco más claro y directo, conviene dejar de creer que la libertad es una cosa totalmente hecha, en su esencia no está del todo acabada10; al contrario, ella es siempre una conquista11; es decir, el hombre se va haciendo libre no solo en su relación con los demás, sino de frente a la libertad divina, es en esta dinámica donde se va constituyendo como tal. Esto indica que la libertad, como lo he dicho, no es algo estático, sino que se trata de una realidad máximamente dinámica con la que el hombre se hace a sí mismo, la libertad está llamada a crecer sin límite y sin pausa hasta la plenitud12, y en esta dirección no está del todo equivocado afirmar que la humanidad se encuentra en evolución hacia « formas de conciencia y de libertad que apenas logramos sospechar »13.
Ahora bien, sin duda que lo anteriormente dicho nos reta a pensar que cada uno es responsable de su propia transformación. Más todavía, la libertad no es una simple facultad del
6 A. L. GONZÁLEZ, « Presentación », 275; cf. J. I. MURILLO, « ¿Comprender la libertad? », 391392;
A. G. VIGO, « Libertad como causa », 162.
7 C. CARDONA, Metafísica del bien y del mal, 99.
8 L. ROMERA, « Libertad y trascendencia », 420.
9 Cf. C. FABRO, Riflessioni sulla libertà, 7.
10 Cf. R. LUCAS LUCAS, L’uomo spirito incarnato, 172175.
11 Cf. P. O’CALLAGHAN, « El enigma de la libertad humana en Gabriel Marcel », 139; Cf. R. GIRARD, Mentira romántica y verdad novelesca, 63.
12 Cf. T. MELENDO, « La libertad: Crecimiento y plenitud », 367.384; Cf. F. TORRALBA ROSELLÓ, Poética de la libertad, 82124.
13 R. GIRARD, El misterio de nuestro mundo, 483.
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ser humano, sino que es el mismo ser humano que se va forjando, que se va constituyendo como tal en el ejercicio mismo de sus propias decisiones. Así pues, de entre tanto que se puede escribir sobre la libertad, esta es la idea que pretendo dejar al descubierto en las siguientes páginas. A saber, que los hombres son constitutivamente su libertad. En otras palabras, los seres humanos no tenemos libertad, sino que somos libertad, ella es la que nos define, de modo que preguntar por el hombre es preguntar por la libertad. De esta manera me centro en la problemática de la libertad que define al homo sapiens, a ese sorprendente ser que cada uno somos, puesto que no solo nos pensamos como seres increíblemente libres, sino que nos experimentamos realmente como tales en la cotidianidad de nuestra pasajera existencia.
3.- La libertad es el núcleo central del ser de la persona
Ya lo he dicho en la parte anterior, sin embargo, lo quiero reiterar; pensar en una realidad tan paradójica como es la libertad humana no ha sido uno de los mejores éxitos de la reflexión filosófica a lo largo de los siglos y en el seno de mentes sumamente brillantes. Se trata, en efecto, de una realidad especial que ha sido abordada desde diferentes ángulos, sistemas e ideologías; un asunto tan embrollado que resulta casi como imposible de responder; tal parece que la libertad escapa a cualquier intento de atraparla en conceptos, pues parece que nunca acaba de explicarse con orgullosa satisfacción filosófica, como si de un abismo sin fundamento se tratara o como si se estuviera haciendo referencia a una realidad inefable y misteriosa. En definitiva, se trata de un misterio tan añejo como el hombre mismo, nacieron juntos y desde su origen van de la mano. Y del hombre, como bien lo sabemos, resulta efectivamente embarazoso dar la definición. Más aún, como se lo pregunta Jean-Luc Marion, « ¿de qué gloria lleva el hombre, libre para ser libre, el resplandor anónimo? »14. Así pues, en este escrito no vengo gritando que tengo una respuesta adecuada al problema aquí planteado; al contrario, de todo esto surge una inquietante pregunta, ¿la libertad es el corazón del ser del hombre? ¿Es ella el fundamento de todo?
Lo que sigo tratando de expresar es que la libertad no solo es la característica fundamental de la persona humana, sino que está en estrecha relación con el ser mismo del hombre, de modo que no se trata de una simple propiedad extrínseca, sino que es una determinación de su ser15, es el núcleo metafísico más profundo del que dependen todas las demás actividades; por tanto, es un aspecto esencial constituyente. Quiero decirlo sin rodeos, la libertad califica el ser de la persona;
14 J.L.
MARION, « La libertad de ser libre », 67.
15 Cf. A. ACERBI, La libertà in Cornelio Fabro, 170.
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y dicho de manera sumamente directa, « el acto de ser de la persona es la libertad »16, lo cual nos está invitando a pensar en una total identidad entre ser y libertad. La libertad es, en este sentido, una participación del Ser supremo, o mejor dicho, de la Libertad divina17. Así pues, la libertad constituye el ser mismo del hombre; es decir, lo que el Ser Creador da a la creatura es la libertad como su ser más propio; de este modo, la libertad no es un valor, sino el fundamento de todos los valores; no es una cualidad que el hombre tenga, sino su mismo ser en cuanto ligamen vital que lo constituye ontológicamente, es su mismo ser libre que lo coloca en relación directa con el Ser Libre y todopoderoso, con Dios.
Todo esto significa que el hombre es libertad, porque en la base de su existencia está la gratuidad de una Libertad creadora que le da el ser de libertad y en cuyo don es posible el encuentro entre ambas libertades: creadora y creada18. Dicho de otro modo, si Dios no es más que libertad plena, la idea de que el hombre es imagen de Dios se entiende que lo es precisamente en la libertad19. De aquí se concluye que toda libertad humana, en cuanto que es algo dado, es la manifestación de la libertad divina donante, porque de ella lleva la impronta. De ahí que, como he dicho, la libertad no es algo estático, sino una realidad dinámica y creativa a imagen de la divina; de manera que buscar definir el ser del hombre como libertad nos resulta tan incomprensible como la esencia misma de la Libertad divina, porque en última instancia la incomprensibilidad de la libertad humana no es más que el reflejo de la incomprensibilidad misma de Dios20, de la cual es imagen y semejanza, ya que el homo sapiens no es más que un icono de la realidad divina; por tanto, el hombre se define por su resistencia a todo intento de dar una definición definitiva porque su naturaleza se caracteriza por lo indecible; de modo que el secreto del misterio del hombre solo Dios lo conoce y solo él está en grado de revelar su verdadera naturaleza al hombre21.
En este punto de la reflexión debo insistir en el acto radical de querer, en el sentido de que querer o no querer es siempre un querer, pues el mismo hecho de no querer es ya un querer; en otras palabras, la libertad se actúa siempre. Por tanto, en la línea de Sartre, sería como decir que estamos encadenados a la libertad22; es decir, estamos obligados a la elección. Y este es el punto, la libertad es elección y la dramaticidad de la libertad humana está en que puede ser fiel a la
16 Cf. Ibid., 180.249250;
cf. T. MELENDO, « La libertad: Crecimiento y plenitud », 362364.
17 Cf. R. LUCAS LUCAS, L’uomo spirito incarnato, 167; cf. ID, Orizzonte verticale, 55.
18 Cf. C. CIANCIO, Libertà e dono dell’essere, 187.
19 Cf. L. PAREYSON, « Libertà e trascendenza », 28.3435;
A. MAGRIS, « Il significato ontologico della libertà », 121; cf. C. FABRO, « La dialettica d’intelligenza e volontà », 6970.73.
20 Cf. J.L.
MARION, Certitudes négatives, 87137.
21 Cf. Ibid., 6686.
22 Cf. J.P.
SARTRE, L’être et le néant, 515; E. BONCINELLI, « Incatenati alla libertà », 149; G. SANS, Al crocevia della filosofia contemporanea, 227.
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libertad divina, pero también puede rechazarla y rebelarse. La libertad divina exige una respuesta humana libre que puede también ser contraria y que puede obstaculizar el querer divino. Lo trágico está en que si rechaza el Ser divino, se niega a sí misma en cuanto libertad creada; es decir, lo más dramático consiste en que, con el acto mismo de negarse, reafirma la energía de la libertad23, porque el hecho de negar es ya un acto propio de la libertad en pleno ejercicio. Si el hombre acepta el don se constituye como libertad positiva y con tal respuesta ya está imitando a la libertad divina; pero si lo rechaza se constituye como libertad negativa, pero no se aniquila. Lo verdaderamente aterrador y angustiante consiste en que el acto de negarse es siempre un acto de afirmarse, porque al negarse ejecuta un acto de libertad que es siempre un acto positivo como tal. Lo paradójico está en que puede negarse solo afirmándose, ya que al intentar destruirse se confirma con el mismo acto con el que intenta devastarse24. De modo que el hombre no puede no ser libre, está condenado a ser libre porque cada intento de sustraerse a la libertad es ya un ejercicio de la misma; cada intento de negarla y rechazarla es ya una puesta en práctica de la misma. En fin, el absurdo proyecto de evitar toda decisión no es realizable más que con una decisión, de modo que tal decisión es la misma libertad en ejercicio25.
Así pues, la libertad es el don precioso que constituye la esencia del hombre, de ahí que la libertad divina la estime y la reverencie con máxima delicadeza y fidelidad confirmándola en su derecho y en su ejercicio, lo cual indica que renuncia a su posesión y dominio. Más aún, Dios deja obrar libremente al hombre y de su libertad hace depender la creación entera; Dios le pide su colaboración pero jamás violenta su ejercicio, nunca se impone; al contrario, lo deja hacer aun cuando el hombre pudiera elegir lo negativo, pues en tal caso « es mejor el mal libre que el bien impuesto »26, ya que la imposición del bien sería la eliminación completa de la libertad. En una palabra, la libertad humana es inviolable y Dios la respeta « escrupulosamente »27 en todo su ser; de ahí, entonces, que permita el mal con el fin de defenderla en su pleno ejercicio28.
De modo que, al dejar al hombre libre, Dios se expone a un terrible riesgo porque, en el don del ser que le da a la creatura libre, es él mismo el que se entrega a la elección humana ya
23 Cf. F. TOMATIS, « Inizio e scelta », 117118.
24 Cf. L. PAREYSON, « Libertà e situazione », 1920;
ID, « Libertà e negazione », 47.4951;
ID, « Un ―discorso temerario‖ », 264265.
25 Cf. L. PAREYSON, Esistenza e persona, 221.
26 Cf. L. PAREYSON, « Libertà e situazione », 19; ID, « Libertà e negazione », 45; ID, « La filosofia e il problema del male », 187.220; ID, « Filosofia della libertà », 468; ID, Dostoievski, 175176;
cf. R. ROVIRA, « Si quidem Deus est, unde mala? », 135136.145149;
cf. E. BONCINELLI, « Incatenati alla libertà », 153.
27 Cf. J. M. CABODEVILLA, La impaciencia de Job, 250251;
G. GUTIÉRREZ, Hablar de Dios desde el sufrimiento del inocente, 128.143146;
R. SCHWAGER, « La mort de Jésus », 132134.
28 Cf. R. LUCAS LUCAS, Orizzonte verticale, 78.
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que no acepta ser escogido más que en libertad29. El hombre está siempre en la libre elección de Dios30 como fundamento metafísico de su propia libertad31; y en tanto que libre, puede acogerlo con pleno consentimiento, pero también puede negarlo en total rechazo. En este caso se habla de un nivel fundamental de la libertad que hace referencia a una elección radical en la que entra en juego la existencia y de la que depende su constitución más profunda32. En fin, el ser humano está siempre ante una elección, en obediencia y colaboración puede desarrollar en sí la imagen divina; pero también, en total rebelión, puede sustituir a Dios la propia libertad. De ahí que lo más grande y sublime que se puede hacer por un ser es hacerlo libre, pero para crear el prodigio de seres independientes se requiere ser omnipotente y la omnipotencia ha de estar en íntima relación con la suma bondad33. Por otra parte, lo que está en cuestión en la elección es la libertad misma que se confirma o se niega; se configura a sí misma en el consentimiento de la libertad divina que se le da en el don que la constituye en todo su ser, pero se niega a sí misma, si la rechaza. Lo que está en juego en la elección radical es la constitución de la propia libertad; es decir, está de por medio la constitución del ser mismo del existente, del hombre; se construye o se destruye en la adhesión o rechazo del Ser que es su causa. En definitiva, es claro que de la libertad se puede hacer tanto un excelente uso como un uso malvado; es más, se trata de un uso que nadie puede predecir; de ahí que en la libertad humana nada, realmente nada está garantizado, pues ella puede ser capaz tanto de lo mejor como de lo peor.
4.- La opción fundamental
Por último, me parece conveniente distinguir dos niveles de libertad, el primero es aquel que se desarrolla en las elecciones concretas, hace referencia al ejercicio cotidiano donde el sujeto elige libremente; consiste en el ejercicio propio del libre arbitrio en el mundo horizontal, en la elección de los entes. El segundo, en cambio, se trata de una opción fundamental frente a una alternativa que se considera como única y, además, inevitable34; se trata de una elección radical de carácter ineludible35 que tendrá que estarse confirmando en las elecciones diarias.
29 Cf. L. PAREYSON, Dostoievski, 195197;
R. GIRARD, Dostoevskij, 104.
30 Cf. A. ACERBI, La libertà in Cornelio Fabro, 228238.
31 Cf. C. FABRO, « La fondazione metafisica della libertà di scelta, 211.
32 Cf. C. FABRO, La preghiera nel pensiero moderno, 4647;
ID, « Orizzontalità e verticalità nella dialettica della libertà », 4548.52;
ID, « La dialettica d’intelligenza e volontà », 67; ID, « La fondazione metafisica della libertà di scelta », 208.215.
33 Cf. C. FABRO, « La fondazione metafisica della libertà di scelta », 203205;
F. TORRALBA ROSELLÓ, Poética de la libertad, 125133;
M. MORI, Libertà, necessità, determinismo, 171172.
34 Cf. R. GIRARD, Clausewitz en los extremos, 127.129.156.159.180.
35 R. GIRARD, Je vois Satan tomber comme l’éclair, 63); (ID, 66).
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Es sabido que la opción fundamental es el núcleo más importante del ser humano en cuanto que se trata de una opción profunda, total y decisiva que orienta y da sentido a la entera existencia del hombre, pues compromete su destino36; tal opción consiste en una elección que orienta todo el ser de la persona, que afecta a su estructuración misma y que tiene que renovarse en cada decisión concreta de la libertad, pues es en el abanico de las decisiones donde se ratifica, se revisa constantemente o incluso se modifica de modo completo37. Más aún, las decisiones parciales son la viva expresión de una opción básica que subyace implícitamente en todas ellas, pues las fertiliza y plasma en ellas su orientación e impulso. En cada elección concreta de la libertad la opción fundamental se encuentra involucrada de alguna manera, pues tal opción es el acto de libertad por antonomasia, es el ejercicio de la libertad en su plena radicalidad y de ella depende la constitución de su ser. En este sentido, quien ha hecho una opción radical por aceptar la libertad divina como la razón de su propia libertad, sin duda que manifestará este paradigma en la elección concreta de todos los días y de las decisiones de cada momento. En fin, la alternativa es inevitable y las elecciones concretas no solo habrán de testificar la opción radical, sino que la reforzarán en cada acción concreta. En el fondo, se trata de una elección radical por Dios o contra Dios38. Ahora bien, resulta muy interesante reconocer que en cualquiera de tales alternativas que se elija, siempre se pone en acto la renombrada apuesta pascaliana39, que no es otra cosa más que la ejecución de un salto en la fe, el indiscutible riesgo de toda apuesta. La opción por Dios de una manera libre y consciente.
BIBLIOGRAFÍA
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36 Cf. J. DE FINANCE, Esistenza e libertà, 264; M. LECLERC, Il destino umano nella luce di Blondel, 120.182184;
M. BLONDEL, L’action, 357388;
P. REIFENBERG, « Ollé-Laprune et Blondel, héritiers de Newman », 99.
37 Cf. R. LUCAS LUCAS, L’uomo spirito incarnato, 179180;
ID, Explícame la persona, 120121;
L. MELINA, « Opzione fondamentale e peccato », 326328.
38 Cf. M. LECLERC, Il destino umano nella luce di Blondel, 91; J. RATZINGER, BENEDICTO XVI, Jesús de Nazaret II, 231) (*).
39 Cf. P. D. BUBBIO, « Prospetivismo e secolarizzazione », 125126.
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