Basílica

CATEDRAL BASILICA

La arquitectura de la Catedral

Esta bella construcción la más importante erigida en la hoy Diócesis de San Juan de los Lagos, es muestra característica de la arquitectura religiosa de la actual región de los Altos de Jalisco, y exponente del barroco que se diera en las tierras de este Reino de la Nueva Galicia.

Aunque resulta impreciso señalar la fecha en que llegó el barroco a estos lugares, sin duda alguna la efervescencia de la Contrarreforma a través del estilo se dejó ver en estas lejanas tierras varias décadas después del movimiento artístico europeo, y en la afluencia que éste ejerció en la arquitectura que se produjo en la arquitectura que se produjo en la Ciudad de México con sus distintas variantes en las provincias de la Nueva España.

El alarife

El relevante monumento levantado a la advocación de la Virgen de la Limpia Concepción, hoy Virgen de San Juan de los Lagos, sobresale por su altura y magnificencia en el contexto urbano donde está enclavado; la traza y gran parte de la construcción se deben al alarife Juan Rodríguez de Estrada, quien hiciera el viaje desde la Ciudad de México trayendo los proyectos para la edificación del Santuario, de manera similar a la de la iglesia de San Francisco en el Convento Grande de México. Le fueron encomendados por el Excelentísimo Doctor Don Nicolás Carlos Gómez de Cervantes y Velásquez de la Cadena, decimoctavo Obispo de Guadalajara, quien pusiera la primera piedra de la actual Catedral – Basílica el 30 de noviembre de 1732.

Es posible que fuera descendiente de un connotado albañil llamado Juan Rodríguez que fue regidor de la Ciudad de México, y que trabajó en la reedificación de la capital después de la Conquista.

Rodríguez de Estrada debe de haber estado trabajando con alguno de los arquitectos renombrados en la capital, pero su reconocida capacidad le permitió que se le encomendara tan importante obra, ya que por la calidad estilística y constructiva que presenta la Basílica, se nota que tenía un gran conocimiento sobre el estilo barroco, debió de manejar la estereotomía con gran destreza, además de contar con un bagaje empírico de los sistemas edificatorios de la época.

No se tiene noticia sobre la vida de este alarife mestizo, lo cierto es que llegó a San Juan en 1732 y murió en 1760, es decir, que durante veintiocho años estuvo al frente de la obra que no vio concluir, pues las torres se terminaron hasta 1790. Su sueldo era muy modesto, pues apenas llegaba a catorce reales por día y los sábados le otorgaban otros dos reales más. El historiador Alberto Santoscoy, menciona que estuvo casado con Doña Juana de Aguayo, que tuvieron entre sus muchos hijos a Pablo José Rodríguez Aguayo quien nació en San Juan de los Lagos, el 1° de abril de 1741, mestizo como su padre, tuvo como padrino al capellán Don Francisco del Rio quien lo protegió y lo formó como sacerdote, gracias a él se pudo ordenar y desempeñar el cargo de maestro de capilla, falleció el día 23 de febrero de 1784.

Rodríguez Estrada, al hacerse cargo de tan majestuosa obra, debió haber reclutado un número importante, de peones, albañiles, canteros, carpinteros y herreros; además, por la devoción que los fieles tenían a la milagrosa imagen, muchos de ellos colaboraron económica y físicamente para la construcción aportando dinero o trayendo de diferentes partes de la región el material pétreo que se requería para su fábrica; se dice que mucha gente del Bajío los traía a lomo de mula desde grandes distancias como de Silao, Gto.

Algunos autores aseveran que se basó para la traza de la iglesia de San Francisco de la Ciudad de México, pero era inusual que los maestros alarifes copiaran los proyectos de otros autores; posiblemente los trajo para que las autoridades eclesiásticas se dieran cuenta de las dimensiones que podían tener el proyecto, ya que desde el punto de vista estilístico no tiene ningún parecido; sin embargo es posible que en los varios viajes que realizó a Guadalajara para informarle al Obispo en turno y al visitar su Catedral, haya tenido influencia en la composición de las columnas que diseñó el alarife Martín Casillas, por la semejanza que existen con las de San Juan de los Lagos.

En 1758, dos años antes de la muerte del alarife Rodríguez Estrada, las autoridades eclesiásticas mandaron traer desde Querétaro al destacado alarife tapatío Juan Francisco Gudiño, quien trabajaba en esa época en la construcción de los arbortantes de la iglesia del Convento de Santa Rosa, para que supervisara la obra, dada su categoría de Lagos en un carruaje ayudado por varios mozos, después de haber constatado que la obra era lo suficientemente bien construida, felicitó a su colega Juan Rodríguez de Estrada y dio noticia al Obispo Martínez de Tejada, quien al visitar la edificación, ordenó que en caso de muerte del maestro Rodríguez, su cuerpo fuera enterrado en la iglesia, por la devoción que tenía hacia la Virgen y por la entrega de su vida para la erección de tan excelsa obra. Como esto sucedió el 1° de noviembre de 1760, sus restos fueron depositados al lado derecho de la puerta de ingreso a la antesacristía, colocándose una placa en el lugar, que desgraciadamente hoy no existe. Algunos lugareños afirman que se encontraba en el camarín de la Virgen.

 

El Emplazamiento

El edificio se desplantó sobre una alta plataforma de más de 2.20 metros de alto hacia el lado poniente donde está orientada la fachada principal, para compensar el declive del terreno, logrando que su proporciones y diseño lo hicieran ver más alto y digno, como requiere un santuario cuya arquitectura está acorde a la importancia de una de las advocaciones de la Virgen más venerada de México.

Para su edificación se utilizaron la denominada piedra de castilla para los cimientos proveniente del Cerro de San Diego, cantera color rosa para los muros que tienen casi dos metros de espesor, extraída del Rancho La Purísima, y el tezontle de la región del Bajío.

Esta plataforma fue ampliada después de que se derribaron algunas casas hacia el lado norte y en la actualidad la manzana donde está enclavada la Catedral – Basílica tiene las siguientes dimensiones: por el lado poniente, 71.27 metros; por el lado sur, 88.65 metros y por el lado oriente, 85.65 metros. El edificio de la Catedral – Basílica se encuentra desplazado hacia el lado sur de la manzana y en torno a él se sitúan atrios en entras de sus lados: el del ingreso principal, hacia el poniente, otro, hacia el sur y el más grande, hacia el norte; para el acceso, existen cinco pórticos de ingreso con altos canceles flanqueados cada uno de ellos por bellas columnas toscanas que sobre sus capiteles descansan bellos remates y está circundado por una balaustrada que se ornamenta con bellos remates de copa.

 

La Planta

La Basílica es de panta cruciforme de una sola nave de tres cláusulas cubiertas con bóvedas de nervaduras estrelladas de terceletes, sostenidas por gruesos muros con arcos fajones y arcos formeros; los primeros, perpendiculares al eje de la nave y los segundos, paralelos al mismo eje, que descansan en sendos elementos de apoyo conformados por dos pilastras superpuestas y una columna de media caña estriada de orden dórico; sobre sus capiteles el entablamento se convierte en semicilindro que sostiene una triple cornisa; composición muy similar a las columnas de la Catedral de Guadalajara; en el crucero se levanta bien proporcionada cúpula sobre un tambor octagonal sobre pechinas decoradas pictóricamente con las figuras de los cuatro evangelistas que descansan en cuatro evangelistas que descansan en cuatro arcos torales y al fondo el presbiterio que se cubre con una bóveda similar a las de las cláusulas de la nave. La longitud en su interior es de 62.70 metros por 13.58 metros de ancho; el largo del transepto es de 26.15 metros y la altura de las naves es de 24.19 metros.

 

Coro y Sotocoro

Al ingreso, debajo de la primer cláusula se encuentra el sotocoro cubierto con una bóveda vaída, alargada que se sustenta en tres de sus lados sobre los muros del ingreso y los laterales que se refuerzan con dos arcos apainelados o carpaneles de cinco centros situados perpendicularmente al eje principal, y dos arcos peraltados paralelos al eje de la nave, sustentados por cuatro semicolumnas dóricas sobre pedestales; arriba de éste, se sitúa el coro cuyo espacio es iluminado por dos grandes ventanas una arriba de la otra; la de abajo, de forma rectangular y la de arriba de forma octagonal; ahí se encuentra el órgano y una balaustrada de lado a lado protege como barandal hacia el interior de la nave.

 

Capillas Laterales

A los lados del sotocoro se localizan dos pequeñas capillas dedicadas a San Benigno, la del norte y a San Vicente, la del sur. Infantes mártires, cuyos restos fueron traídos de Roma en 1836 los cuales reposan en estos recitos que se ubican en la parte baja de los cubos de de las torres de la Basílica.

Las capillas tienen altares neoclásicos y fueron realizados en época posterior para guardar en ellos, en pequeñas urnas, los restos de estos mártires.

En la segunda cláusula se localizan las puertas laterales, que por fuera se manifiestan en hermosas portadas.

El transepto

Altares Laterales

En los muros de la nave no hay altares laterales, sólo en el transepto a ambos lados se localizan altares de estilo neoclásico que fueron colocados posteriormente y sufrieron algunas modificaciones a través del tiempo. El del norte dedicado a La Crucifixión, tiene de fondo un muro liso sentado sobre un alto basamento, en el que sobresalen a cada lado una pilastra estriada con capiteles y entablamento de orden jónico; ubicándose en los ejes de las pilastras en la parte superior del entablamento, sentados remates en forma de jarrones, y en la parte inferior sobre pedestales, las figuras de San Pedro, a la derecha y San Pablo a la izquierda. En el centro se ubican a ambos lados columnas pareadas de fuste liso que sustentan el entablamento y un frontón, cuyo tímpano se exorna con un festón. Arriba del frontón está el símbolo de Cristo el Cordero de Dios. En el centro se ubica un nicho con las esculturas de La Crucifixión.

La Nave Central

El altar del lado sur está dedicado a La Sagrada Familia, y es idéntico al anterior, sólo que las esculturas laterales son de San Agustín a la izquierda y Santo Tomás de Aquino a la derecha. Todas estas obras escultóricas fueron realizadas por el destacado artista Victoriano Acuña.

Los brazos del transepto están cubiertos con angostas bóvedas de nervadura. Existe una puerta a cada lado hacia el poniente, de pequeñas dimensiones, que da hacia el exterior a los atrios.

Cabe hacer notar que en 1765 existía el proyecto de que el edificio tuviera diez altares, el mayor, dos en el transepto, dos sobre los muros de la primera cláusula, dos en la tercera cláusula, dos en las capillas de los cubos de las torres y uno en el camarín de la Virgen; de éstos sólo se construyeron seis.

En el interior y a lo largo de los muros que delimitan la cruciforme Catedral – Basílica, corre un entablamento de orden dórico que no tiene la pureza de los elementos clásicos, ya que se insertan molduras fuera de la ortodoxia griega; por ejemplo, tiene un arquitrabe de dos bandas que sólo se utilizó como variante del orden jónico, ya que lo usual era de tres bandas; separa la tenia el friso conformado de triglifos y metopas, éstas ornamentadas escultóricamente con una flor y seis gotas penden de cada triglifo, pero en la parte superior agrega una moldura con las características de una tenia, sólo que ésta se resalta por encima de cada triglifo, y en la parte superior inserta una moldura plana en forma de trapecio invertido, con los lados laterales ligeramente curvados hacia fuera para rematarlos con delgado filete; moldura que abarca el ancho del triglifo y se abre en dimensión a medida

que se eleva, para concluir el entablamento con una saliente cornisa moldurada, que se remata con una bella balaustrada de madera de cedro que lo circunda.

En la segunda y tercera cláusula, en la parte superior, se abren amplias ventanas rectangulares flanqueadas por dos óculos; estos vanos tienen policromados vitrales.


La Cúpula Inferior

La cúpula en su interior tiene de base un alto entablamento octagonal que se sustenta sobre los arcos torales y las pechinas; en cada cara del cimborrio hay tres ejes de composición; en el centro se ubican ventanas rectangulares y en los ejes laterales, desde el entablamento, se encuentran unos resaltados capiteles de los que penden del arquitrabe, tres gotas ornamentales; siguiendo sobre estos mismos ejes se continúan altos pedestales que sostienen dos pilastras toscanas, de fuste estriado; basa simple y doble capitel que culmina con otro entablamento de cornisa muy saliente; con resaltos en cada eje.

Sobre este segundo entablamento octagonal se desplanta la cúpula con sus ocho gajos que se manifiestan al juntarse en el interior, en simples artistas. Tienen la particularidad de que en el centro de cada gajo hay una nervadura que corre desde la base del entablamento hacia arriba, hasta el marco octagonal de la linternilla. Hay también otra nervadura del mismo grosor que aparenta la forma de un arco conopial muy rebajado que se inserta con la anterior. En lo alto se abre la anterior. En lo alto se abre la linternilla que permite ilumina el interior de la cúpula.

Presbiterio

El presbiterio es el recinto que a través del tiempo ha tenido varias modificaciones. Originalmente tenía un altar churrigueresco tallado por el maestro ensamblador Don Felipe Ureña, uno de los más destacados retablistas durante el siglo XVIII, y principal difusor del estilo churrigueresco en Guanajuato; a él se deben los retablos de la iglesia de la Compañía en esa ciudad. Por desgracia, las políticas artísticas neoclásicas impuestas por la Academia de San Carlos hicieron que en el siglo XIX se destruyeran o se desmantelaran muchos retablos barrocos para sustituirlos por los fríos altares neoclásicos. Lamentablemente el precioso retablo de San Juan se desmanteló, y hoy sólo quedan algunas deterioradas esculturas de santos y cuatro columnas estípites en una de las bodegas de la Basílica. Como tesoro artístico se conserva el proyecto original de Ureña, realizado sobre un lienzo de 1.40 metros de altura por 1.00 metros de ancho, en un brillante dibujo en aguatinta.

Detalles del diseño del Antiguo Retablo

Del antiguo retablo principal, bellísimo, que tuvo este santuario, sólo queda el proyecto de esta importante obre de arte; constaba de cinco calles, tres cuerpos y un remate. También existe un contrato con el entonces capellán Francisco del Río que celebró con el yerno del maestro Felipe Ureña. Al morir éste se firma el segundo contrato con el maestro Ureña, donde se compromete a cumplir con el mismo por un costo de veinte mil pesos. El maestro Ureña fue el retablero más importante del Bajío en el siglo XVIII.

Fragmentos del diseño del retablo en el altar principal del antiguo retablo del siglo XVIII, en el altar principal del Santuario de la Virgen. Este bello retablo estaba tallado en madera y estofado con oro de hoja y contenía un amplio número de esculturas que representaban evangelistas y santos de la iconografía cristiana.

El Ilustrísimo Señor Espinosa se dio a la tarea de redactar un reglamento que fue ya como principio o una preparación para la erección del famoso Santuario en Colegiata, que comenzó a regir desde el 1° de enero de 1855.

En ese reglamento se disponía: que debería haber nueve capellanes en el Santuario; que todos los días debería celebrarse una misa cantada con preste, diácono y subdiácono; que diariamente se recitaría en coro el Oficio Divino, con asistencia de los nueve capellanes al presbiterio, dando principio por la mañana a las ocho y por la tarde a las tres, revestidos de sotana y sobrepelliz.

Para poner en práctica dicho reglamento, fue necesario que el Señor Rosales mandara fabricar la magnífica sillería de coro, de madera finísima, que toda vía se conserva.


El Altar Mayor

Así pues, hoy en día, sobre el testero se encuentra el altar mayor de estilo neoclásico que sustituyó al de Ureña, con cuatro columnas corintias de fuste liso pareadas a cada lado que sostienen un entablamento resaltado del mismo orden, construido en la segunda mitad del siglo XIX, sin que se tenga conocimiento de quién fue su autor; en 1855 a los lados del presbiterio fueron colocadas las sillerías del coro.

Este altar le sirve de telón de fondo al baldaquino que fue traído desde Asís, Italia, proveniente de la iglesia de la Porciúncula, por el Arzobispo Don Francisco Orozco y Jiménez allá por el año de 1930. El 14 de agosto de ese mismo año fue inaugurado junto con el comulgatorio que delimita este espacio sacro, el piso enduelado de la Basílica y los vitrales de sus ventanas.

 

El Baldaquino

En el centro se sitúa el baldaquino de grandes dimensiones, conformado por cuatro columnas de mármol africano color salmón que sostiene un entablamento semicircular y sobre éste una bóveda de un cuarto de estera, que se enmarca con un bello arco de medio punto de perfil ondulado y ornamentado con elementos fitomorfos, en la parte dentro una delgada moldura de ovas y dardos. Todo esto en mármol blanco de Carrara. En el centro del arco a manera de clave una cruz, y debajo de ésta una cartela con el monograma de la Virgen María. En la saliente cornisa del entablamento descansan en el interior dos bellos angelitos de broce negro parados sobre unas nubes que sostienen en sus manos una hermosa corona, que se dice que fueron fundidos en Francia por el connotado escultor Federic Bartholdi, quien hiciera la estatua de La Libertad de New York, y cuando estaba en Asís el baldaquino ya contaba con este ornamento. A los lados del baldaquino enmarcados con una moldura rectangular que le sirve de fondo y parados sobre enormes ménsulas, se encuentran las imágenes escultóricas de San Joaquín a la izquierda, y la de Santa Ana a la derecha.

 

El Tabernáculo

Dentro del baldaquino se localiza el tabernáculo que guarda la taumaturga imagen de la Virgen de San Juan de los Lagos, nicho de muy bella manufactura de planta circular sostenido por ocho columnas pareadas de orden jónico, con resaltos en los ejes de las columnas y sobre éstos, pares de remates en forma de copa; se cubre el tabernáculo con un cupulino peraltado realizado en plata que culmina en lo alto con la figura simbólica resplandeciente del Espíritu Santo, realizado por el orfebre Don Epitacio Garabito.

Culmina el altar mayor en la parte superior con un amplio tímpano semicircular en cuyo centro está la magnífica escultura de La Asunción de la Virgen María, realizada también por el prolijo escultor neoclásico Victoriano Acuña, enmarcada con una doble moldura lateralmente y en la parte superior una platabanda que corresponde a una sección del arco de medio punto que la cierra. A los lados se encuentran las esculturas sobre peanas invertidas de San José a la izquierda y la de San Juan Bautista a la derecha.

Cabe destacar la obra escultórica de Victoriano Acuña, originario de Huichapan, Hidalgo, quien trabajó en Querétaro en el taller de Mariano Perusquía, pero luego pasó a Guadalajara, donde radicó desde 1832 hasta 1860, año en que murió; dado su gran talento artístico, los obispos le encargaron varias esculturas para los diferentes altares de la Basílica de San Juan de los Lagos, así como también para varias iglesias de Guadalajara, el San José en la Parroquia del Pilar, los ángeles del altar mayor de Jesús María, La Dolorosa en Santa Mónica, San Agustín en el templo del mismo nombre, La Sagrada Familia para la Basílica de Zapopan, además trabajó como colaborador del Arquitecto Manuel Gómez Ibarra en la ornamentación del Sagrario Metropolitano con las esculturas de las tres virtudes, La Fe, La Esperanza y la Caridad colocadas sobre el frontón del pórtico principal de ingreso.


Capilla del Santísimo

Al lado izquierdo del presbiterio y teniendo su ingreso por el transepto se llega a una pequeña capilla dedicada al Santísimo, ahí se deposita a Cristo Eucaristía; está cubierta con una bóveda de arista, es pequeña y al fondo se sitúa el presbiterio con tres gradas; tiene una amplia mesa en la parte posterior y sobre ésta un ciborio con dos columnas compuestas en el frontal, y en la parte posterior un murete con dos pilastras del mismo orden que sostienen un entablamento de arquitrabe de triple moldura, frio liso con la frase en latín Non fecit Taliter Omni Nationi (No hizo nada igual en ninguna nación) y un frontón de sección de círculo. Este altar está recubierto junto con su base y su mesa de calamina y fue comprado en 1836 para el altar mayor, pero posteriormente fue sustituido por el de mármol de estilo neoclásico. Hay una puerta al sur de la capilla que da acceso al presbiterio y hacia el lado poniente en lo alto se sitúa una ventana.


La Antesacristía

Al lado sur del presbiterio y teniendo su ingreso por una puerta al oriente del transepto se llega a este espacio denominado antesacristía; en su interior hay dos portadas, la del oriente que
conduce al camarín y la del sur a la sacristía y una puerta al norte, más modesta que comunica al presbiterio.

La que va hacia el camarín de la Virgen es una hermosa portada, por cierto, desplazada del eje longitudinal del recinto muy similar en diseño a la de la sacristía, sólo que ésta tiene las pilastras estiradas. El vano es un arco sutilmente poligonal con saliente clave pero tiene las enjutas ornamentadas con elementos fitomorfos, el entablamento se resalta también en los ejes de las pilastras y su friso corrido es ornamentado de la misma manera. Este vano está desplazado al eje del recinto y sobre la portada se ubica un gran óculo.

Al ingreso hay una escalera que conduce al antecamarín, ahí está colocada sobe los muros una gran cantidad retablos y milagros que los fieles depositan cuando visitan al Santuario.

Las bóvedas de estos recintos son estrelladas con terceletes y plementos pétreos.

 

El Camarín

Como en todos los santuarios marianos, este recinto destinado al arreglo de la imagen principal y a conservar sus joyas y ornamentos, se ubica detrás del altar, su ingreso se hace a través de una bella portada cuyo vano está delimitado por un arco conopial. Sus puertas realizadas en maderas finas incrustadas de marfil fueron manufacturadas por artesanos de Bolaños, Jal. Es de planta cuadrada pero está cubierto con una singular cúpula con cimborrio octagonal sentado sobre cuatro pechinas que se insertan en las aristas del cubo que delimita espacialmente al camarín. Éstas están decoradas con pinturas que representan a los padre de la Iglesia, San Agustín, San Gregorio el Grande, San Jerónimo y San Ambrosio realizadas en el siglo XIX.

Muros y pechinas permiten colocar el marco octagonal donde se desplanta el cimborrio, que es ornamentado, con un entablamento de orden dórico en el que se inserta una moldura denticulada debajo de la cornisa. Las ocho caras del cimborrio tienen en su centro bellas ventanas de forma octagonal con marcos moldurados y vitrales, en sus extremos se ubican unas pilastras estríadas sobre pedestales con capiteles compuestos, abriéndose en las aristas del cimborrio hornacinas de concha con peanas que sostienen policromadas figuras de santos. Se corona el cimborrio con otro bello entablamento siguiendo la misma solución de resaltarlos sobre los ejes de las pilastras para crear un segundo capitel.

La cúpula formada de ocho gajos en las que apenas se notan sus aristas, tienen unas nervaduras que se desplantan en los ejes de las pilastras como si fueran arcos de medio punto, pero luego se doblan para elevarse y juntarse en el marco de la linterna, por lo que se perciben dieciséis nervaduras, y en lo alto hay una estrella de ocho puntas con los que culmina la ornamentación interna de la cúpula.

 

La Sacristía

El ingreso a la sacristía se hace a través de una bella portada de rica ornamentación barroca, situada al lado sur de la antesacristía; tiene dos pilastras de fuste tablerado sobre plintos y bases molduradas con capiteles corintios que flanquean el vano delimitado por un arco poligonal cuyas arquivoltas se ornamentan con elementos fitomorfos sobresaliendo su bella clave; luego su entablamento en el que destaca su friso corrido con la misma profusidad ornamental que las arquivoltas, y los resaltos sobre los eje de las pilastras lisas tienen la particularidad de que hay un derrame exterior en sus bases, machones e impostas.

Este recinto destaca por sus grandes dimensiones, tiene 21 metros de largo por 9.50 de ancho y 19.16 metros de altura. Está cubierta con tres bóvedas estrelladas de terceletes, delimitada cada cláusula con arcos fajones y arcos formeros cuyas nervaduras descansan en los gruesos muros que tienen como refuerzos triples impostas escultóricas.

La plementería de estas bóvedas es de delgados y pequeños sillares de cantera que se asemejan en tamaño a un ladrillo, coronándose en lo alto de los muros de este recinto con un entablamento dórico de saliente cornisa que en la parte superior se remata con una bella balaustrada torneada y tallada en madera. En la parte superior hacia el sur se ubican tres grandes ventanas ligeramente rectangulares que iluminan el interior de esta bella sacristía, que tiene sobre sus muros bellos y artísticos lienzos del italiano Ignacio Berben colocados en 1784.

Destaca también la cajonería ubicada alrededor de todo el recinto, como una obra de ebanistería de muy alta calidad.